sábado, 26 de mayo de 2018

Deshacer la sopa.


I.

Un ex alumno que estudia para chef me cuenta que ha aprendido a deshacer la sopa.

Y claro, como no entiendo bien a qué se refiere me veo obligado a preguntárselo.

Entonces él me explica que su expresión resulta bastante literal, ya que ha debido aprender a reconocer los ingredientes de un plato ya preparado, descomponiendo sus cantidades, junto a sus tiempos y métodos de preparación.

-¿Y reconocerlos en la sopa es lo más difícil? –le pregunto.

-Exacto –me dice-. Sobre todo porque nos entregan a sopa ya hecha y todo se ha mezclado de tal forma que resulta casi imposible rastrear sus componentes.

-Entiendo –le digo.

Luego me cuenta algunas otras cosas.


II.

Llego a casa a cocinar sopa.

Nunca he intentado deshacerlas, pero sé hacerlas.

Esta vez hago una de cebollas y vino tinto.

Caramelizo la cebolla con mantequilla y un poco de salvia.

Luego agrego pimienta y un poco de pan rallado.

Luego un caldo que he preparado aparte y unos toques de vino.

En vez de pan tostado y queso mantecoso uso trocitos de queso de cabra.

Ralladura de algo secreto y pimienta.

Luego me tomo la sopa.


III.

No sé deshacer la sopa.

No entiendo para qué hacerlo, además.

Tal vez aprendí eso en los años que anduve errado, tratando de deshacer la vida.

Hoy no sé bien en qué estoy, pero al menos sé que eso estaba equivocado.

Si pudiese deshacer lo que siento, sé que encontraría al final una piedra pequeña.

Siempre que escribo en las noches, intento llegar hasta ella, para asegurarme que esté en su lugar.

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