Desde que obtuvo las resoluciones sanitarias su venta de lagartos ha comenzado a dar buenos réditos económicos. Ha invertido en publicidad y todo funciona de forma más transparente. Si antes vendía tres o cuatro lagartos por mes, ahora vende fácil más de cuarenta. Por lo mismo, se ha visto en la obligación de conseguir también nuevos proveedores y de invertir parte de sus ganancias en crianza directa.
A pesar de eso, está intentando mantener la forma cercana de presentar los ejemplares. Siempre con un nombre y hasta una historia en la que, si bien hay un gran número de elementos ficticios, sirve de paso para dar cuenta de la personalidad y el temperamento del lagarto.
Yo lo apoyaba en esto -al menos en un inicio-, colaborando con los nombres y las historias que se entregaban en una especie de ficha personal para cada lagarto, creando incluso historias cruzadas de algunos y haciendo guiños, a ciertos personajes de libros o películas no muy reconocidas, con la historia de otros.
Todo era simpático en un inicio, pero hoy supongo que las historias no tienen las luces de antes y suelen ser un poco más amargas. Por ejemplo, ya no hay historias de lagartos que hayan sido viajeros temporales o con problemas de adicciones al juego ni con personalidades múltiples. Los de hoy tienen historias que hablan de cuestionamientos más trascendentales, lagartos existencialistas, tal vez, o incluso posmodernos. Animales conscientes del absurdo de su propia historia, tanto pasada como futura, lo que queda de manifiesto en sus historias que ya no gustan como antes.
-Creo que no es necesario que nos escribas más historias-me dicen-. Usaremos de nuevo las primeras que tenían mejor llegada y están más probadas.
Conversamos a partir de esto.
Incluso discutimos.
En grupo, esta vez, pues estaban también los nuevos inversores.
Los amenacé diciendo que no tenían derecho a usarlas, que nunca cobré por ello y que no me interesaba recibir un monto ahora para venderles los derechos.
Me observaron en silencio, mientras amenazaba con demandarlos por derechos de autor y por revelar información sobre el origen de los antiguos ejemplares, cuando se vendían no del todo legalmente.
-Igual los lagartos se venden por sí solos -dijo finalmente uno de los nuevos inversores-. No es necesario seguir con esas tonterías.
No hubo mucho que aportar luego de esto.
Querían pagarme para que firmase un documento similar a un término de contrato.
-No nos une nada -les dije-. Solo estaba unido a los lagartos.
Poco después se acabó la reunión.
Desde entonces venden lagartos sin nombre y sin historia.
Creo que les va incluso mejor que antes.
Las historias, por supuesto, nunca fueron necesarias.
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