Tú no entiendes.
Ni siquiera lo intentas.
No te esfuerzas en hacerlo.
No sales de ti, para entender.
Y por eso no entiendes, finalmente.
No mires a otro lado.
Podrías escucharme, al menos, ahora que lo digo.
Después de todo, tú sabes que apenas me molesto.
Y si me molesto, en ocasiones, es por esto.
Porque no sales de ti, en definitiva.
Porque crees estar muy cómoda, ahí dentro.
Porque sin entender es más fácil, a fin de cuentas.
Por supuesto, esto es algo que no aceptas.
Y puedes buscar o inventar razones para afirmar tu posición.
Con todo, todavía es tiempo de que puedas aprender.
Podrías hacerlo fácilmente, por ejemplo, saliendo de ti misma.
O incluso, si prefieres, alguien bien dispuesto podría enseñártelo.
Un maestro sencillo y dedicado, que sin duda no soy yo.
Si lo dejaras, por supuesto.
Un maestro así, podría decírtelo como lecciones sencillas.
Podría incluso enumerar las lecciones y establecer contigo un plan de trabajo.
Tal vez deberías intentarlo.
Dejar de tener miedo de agrietarte, e intentarlo.
Tal vez pudieras probar con una especie de apresto inicial.
Una lección cero. De prueba.
Una lección titulada, por ejemplo: En la garganta nada se recoge.
Le doy ese nombre por nombrar una verdad, simplemente.
Pero lo cierto es que podría ser cualquier otra.
De todas formas, aprovecha el tiempo y acepta esa verdad.
Nada se recoge en la garganta.
Nada se guarda.
Todo se deja pasar.
Sal de ti para aceptarlo y ya verás qué sigue.
Deja que esa sea, la lección cero.
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