I.
Dice la leyenda que alguien escondió un bucle, dentro de un chicle.
Probablemente lo hacen para que rime, simplemente, y contar la leyenda en forma de canción.
Pocos creen, por lo mismo, en la seriedad de esa leyenda y sonríen al escucharla.
Yo los noto nerviosos, sin embargo, cuando vuelve a mencionarse.
Un bucle dentro de un chicle, les digo, y ellos sonríen, otra vez.
Me refiero a que sonríen, sin excepción, cada vez que se los digo.
II.
Según esta leyenda, cuando alguien masca el chicle y llega de pronto al bucle, no solo ocurre que vuelve a mascar el chicle, sino que el bucle se extiende afectando todo, alrededor.
Desconozco hasta qué punto o momento retrocede, pero lo importante es que vuelve a repetirse.
Y que tanto el chicle como el bucle vuelven sin duda a un estado anterior.
El estado en que el bucle está oculto e inmerso en el chicle.
Eso es, al menos, lo que dice la leyenda.
Lo que me pregunto, sin embargo, es si entre tanto bucle, el chicle pierde -o no pierde-, su sabor.
El chicle que tiene el bucle, me refiero, y el sabor que está en el chicle.
O que estaba o nunca estuvo.
Vaya uno a saber.
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