Llegó al hospital porque se cortó las uñas.
No suena a algo grave, por supuesto, en primera instancia.
Pero el punto es que se corto las uñas varias veces seguidas.
Una y otra vez, me refiero, luego de ya haberlas cortado.
Fue entonces que cortó de paso trozos de piel y hasta carne, por lo que sangró profusamente.
Y claro, existía además el peligro de infecciones y la preocupación que mostraban algunos, de que su ansiedad lo llevará también a dañar a otros.
Esos “algunos”, eran vecinos, mayormente, y en específico, el vendedor de un almacén que fue quien, en definitiva, llamó al hospital para que fuesen a buscarlo luego de ver sus heridas.
Lo primero fue curarlo, por supuesto.
Manos y pies, le curaron.
Y en los últimos, le pusieron tal cantidad de apósitos y vendas que era imposible que lograse caminar.
Esto último sirvió como excusa, por cierto, para que alcanzara a ser atendido por otro especialista que lo derivó a una residencia siquiátrica, con la autorización de un pariente lejano al que contactaron por teléfono.
Yo era, a todo esto, el pariente lejano al que contactaron desde lejos.
Confirmaron mis datos, me preguntaron algunas referencias y me dieron finalmente la dirección de un lugar, donde debía ir a firmar.
Como no fui siguieron llamando hasta que supongo que se aburrieron porque yo no contestaba el teléfono, por aquel entonces.
A nadie, de hecho, le contestaba el teléfono.
Por lo mismo, debo reconocer que desconozco qué ocurrió finalmente con aquel hombre, que se cortaba una y otra vez las mismas uñas.
De las uñas, por otro lado, me atrevería a decir que siguieron creciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario