Secuencias.
Sin patrones.
Solo secuencias.
Hileras de.
Filas, digamos.
Ni siquiera en contacto.
Cerca, pero no en contacto.
En una línea ilusoria, esta vez.
Así las ordenas.
Así las ordenamos.
A veces hasta sin vínculos.
Miles y millones de líneas.
Como esas de tiempo que hacías en la escuela.
Como esas solo que acá no hay tiempo.
O no es preponderante, más bien.
Líneas ficticias por supuesto pues no hay un continuo.
Solo secuencias.
Como el concepto erróneo de línea segmentada.
Cosas tras otras cosas.
Y hechos, por supuesto, pero no tan así.
No tan como suenan, dentro de la palabra.
Y es que al ser parte de la secuencia los despojas, un poco.
Sin patrones, aunque el despojo los hermana.
Luego ves desde lo alto y aprecias que nada coincide.
Que ninguna secuencia es igual, me refiero.
Que miles de líneas coexisten y se intersecan en ocasiones.
Y claro, también observas que hay lugares en que ya ni parecen líneas.
Así y todo, no importa.
No importa porque seguimos ordenando de esa forma.
No tenemos otra.
O no la conocemos.
Así, lo único que queda es la secuencia esa para intentar construir el relato.
El relato que es uno en cada caso, por supuesto.
Y es extraño, pero ¿acaso sabes de qué trata?
De qué trata el relato que te cuentas a ti mismo, me refiero.
...
Puedes no contestar, por supuesto.
Pero piénsalo un poquito, al menos.
Ya sabes.
Puede ser que no lo sepas.
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