I.
-Es como un río que se duerme cada noche -me dijo-. Y por las mañanas, confuso, no sabe ya en que dirección fluye.
-¿Y deja de fluir entonces? -pregunté.
-No, no puede -me dijo-, solo se confunde un rato y a veces toma la dirección contraria… Pero debe fluir, recuerda que es un río.
II.
-¿Conoces la pintura esa en la que un hombre aparece dibujando una ventana sobre un muro? -me preguntó-. A veces pienso que tú eres un poco como ese hombre.
-¿Y cómo sabes que lo que está dibujando es una ventana?
-¿A qué te refieres?
-Puede estar dibujando un cuadrado, simplemente -explique-, y eres tú entonces quien pasa a ser quien ve un cuadrado como una ventana…
-¿Y para qué dibujaría un hombre un cuadrado en un muro? -preguntó.
-No sé -contesté-. Yo no he dibujado nada.
III.
-Sé que una vez comimos pies humanos -me dijo-. No sé si tú y yo, pero al menos yo con alguien más… Pies pequeños, recuerdo… resultaba incómodo. Recuerdo que sabían a carne de pato.
-Creo que no he comido nunca carne de pato -comenté.
-¿Sabes…? -agregó, luego de un rato-. A veces pienso que tú crees que miento o que estoy jugando cuando hablo, pero te aseguro que todo lo que digo es verdad, y que te hablo en serio…
-Lo sé -le dije-. Es solo que nunca sé que contestar cuando me hablan en serio.
-Pues puedes no contestar, simplemente.
Tras escucharla, consideré que era cierto.
Callé.
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