miércoles, 19 de septiembre de 2018

F. en el desierto.


F. va al desierto a filmar un comercial.

Yo la acompaño porque me pidió aprovechar el viaje y sacar algunas fotos.

Según entiendo, por contrato, yo no puedo sacarle fotos, oficialmente en esa locación.

Esa locación es el desierto.


F. lleva un vestido blanco y un sombrero que no logra sujetar a su cabeza.

Tras varios intentos se lo amarran directamente al pelo.

Ella se queja en un principio, pero no parecen haber muchas opciones.

F. me hace un gesto para que le saque algunas fotos, a distancia.


Me gusta el desierto.

Pero no me gusta que me guste el desierto.

Eso concluyo tras tres horas esperando que F., filmase una secuencia de doce segundos.

Vi el script y se indicaba la duración exacta: doce segundos.


Durante esas horas en el desierto, logré sacarle casi doscientas fotos.

Todas a distancia, pero confío en la resolución de la cámara.

Tras volver a la ciudad, ella me dice que le muestre las fotos.

Yo lo hago.


¿Esa soy yo?, me pregunta, mientras ve las fotos.

Eres tú, le digo yo. Eres tú cuando no posas.

Ella mira un rato más y de pronto dio su sentencia.

Borra esas fotos, me dice. No quiero verlas.


Luego de eso compramos sushi.

Más tarde, le enviaron la grabación editada, para el comercial.

La vimos juntos, y ella pareció conforme con el resultado.

Antes de irme, a la mañana siguiente, le saqué una última foto, sin que se diera cuenta.

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