martes, 28 de julio de 2020

Tanto.


I.

Hablaba tanto que al final le prendieron fuego.

Costó que encendiera, sin embargo, tal como ocurría con los silenciosos.

Por otro lado, el olor que desprendía, al quemarse, era sin duda similar.

Y los restos, finalmente, no podían distinguirse en lo absoluto.


II.

Cuando me contaron del hecho pregunté por sus palabras.

Qué tanto había dicho, me refiero, antes de acabar con él.

Entonces ellos se miraron confundidos, pues nada recordaban.

O tal vez no lo hacían porque nada, en principio, habían escuchado.


III.

No juzgué ni indagué sobre lo que ahí había ocurrido.

Tampoco pedí detalles ni intenté de forma alguna, reconstruir el ritual.

Caminé, incluso, sobre los restos, fingiendo indiferencia.

Luego olvidé que fingía y seguí caminando, sin fijarme en nada más.


IV.

Quienes me vieron ahí no preguntaron quién era.

Yo tampoco, por cierto, tenía muy clara mi identidad.

Si hubiesen dicho cualquier nombre, ciertamente, me habría volteado.

Y habría llorado por cualquier muerto, si me hubiese detenido a sentir.


V.

Hablaba tanto que al final le prendieron fuego.

Eso me explicó uno de ellos, mientras me alejaba del lugar.

Podía sentirse la ceniza en el aire causándonos picazón.

Y los restos, finalmente, no han podido distinguirse en lo absoluto.

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