viernes, 24 de enero de 2020

Una pistola de rayos.


Encontró una pistola extraña cerca de la cima de un cerro. Parecía plástica, de juguete, pero su peso era mayor al esperado y no sabía realmente si tratarla con cuidado o simplemente desecharla. Tras pensarlo un rato la tomó y apuntó contra un árbol. Luego disparó. Le pareció ver una débil luz salir de la pistola, pero como era de día no pudo distinguir bien hasta que probó disparando a otras cosas en zonas un poco más oscuras. Comprobó entonces que sí, que salía una especia de rayo de luz amarilla que avanzaba en línea recta hasta el objeto apuntado, aunque luego de los disparos no pudo ver efecto alguno. De todas formas es como un rayo -le contó a un amigo esa misma noche-, me refiero a la forma en que viaja la luz hasta llegar al objetivo… no es como una linterna. Luego apuntó a una pared y disparó, para que su amigo viera. El amigo observó atentamente y se mostró de acuerdo. Comentó incluso que la luz parecía clavarse en el objetivo como un proyectil, no iluminarlo directamente. Definitivamente es una pistola de rayos, concordaron. Una inofensiva pistola de rayos, señaló uno. O una pistola de rayos inofensivos, propuso el otro. Esa noche, repartieron turnos y dispararon desde la azotea del edificio donde vivía uno de ellos. Observaron así como los rayos llegaron a autos, transeúntes, semáforos… y a un sinnúmero de seres y cosas que se convirtieron en blancos momentáneos. Si mañana el mundo ha cambiado querrá decir que la pistola no era tan inofensiva como creíamos, dijeron antes de separarse esa noche. Luego, como un pacto, se dispararon ambos mutuamente, para cambiar con el mundo y no quedar fuera, comentaron. Esto es, al menos, lo que cuentan que pasó.

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