“Me pregunté cómo mejorar todo aquello,
pero parecía estar bien”.
A. G.
Una casa que es en realidad una especie de consulta.
Y en ella, una persona que es en realidad una especie de doctor.
¿Qué es lo que hace ese doctor?
Atiende pacientes, por supuesto, pero solo pacientes que están sanos.
Así es.
Aunque suene extraño -o hasta ilógico-, es cierto que así es.
Lo que pasa es que es un doctor especialista en pacientes sanos.
Exclusivo para ellos, incluso, pues su secretaria rechaza inmediatamente a los que no lo están.
Los rechaza y luego los deriva a otros doctores, por supuesto.
Doctores tradicionales, para enfermos.
De esos que abundan por el mundo.
Cuando me enteré creí que era mentira, pero indagué un poco y resultó ser cierto.
Nunca ha recetado nada, según entiendo, ni menos aún ha dado una licencia.
¡Y lleva ejerciendo casi veinte años…!
Asombrado, decidí ir a verlo, apenas estuviera en condiciones.
Digo esto pues cuando lo decidí, justamente estaba resfriado.
Dejé entonces pasar unos días y cuando me sentí mejor fui hasta la consulta.
No había mucha gente.
Me acerqué a la secretaria y le pedí una hora de atención.
Ella me miró, como dudando, y luego me dijo que era mejor que fuese a otro médico.
Pero yo estoy bien, le dije, he esperado incluso a sentirme así, para que puedan atenderme.
Volvió a mirarme, con detención.
Me sonrió como se sonríe a un niño.
Luego me entregó una hoja con un listado de consultas tradicionales.
Vaya a uno de esos y que luego lo deriven, me dijo. Lo estaremos esperando.
Me fui del lugar, decepcionado.
Igual se trataba de algo absurdo, pensé, mientras arrugaba la hoja.
Luego, la boté en un recipiente, que era en realidad una especie de basurero.
¡Cuánta estupidez…!, me dije.
Y nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario