domingo, 6 de julio de 2025

¿Cómo sé yo que olvidé algo?


*

No soy yo.

Es alguien, más bien, que no soy.

Alguien al que olvido, probablemente, aunque luego ya ni sé que lo olvido.

Y asusta eso, a veces, pensar que olvidamos algo que era importante.

Que éramos nosotros, quiero decir, antes de ser lo que ahora somos.

Eso asusta, sin duda.


*

Voy por el camino.

Para mí es nuevo, por supuesto, porque no sé.

Así, mientras lo recorro, envidio a aquellos que pasan junto a mí, y parecen recordar todo.

Probablemente, me digo, si encontrase el cadáver del que fui, en medio del camino, no sabría que el cadáver era mío.

Cantan unas ranas, a lo lejos.

Para nadie.


*

Miento.

No de gusto, sino porque no sé.

Por ejemplo con las ranas, cuando digo que cantan para nadie.

Por eso, una vez, me acusaron de mentir.

No entendieron que olvido simplemente y pensaron que fingía.

De hecho, no sé realmente si me acusaron de mentir.

Ni siquiera sé si me dolió aquella acusación.

Por eso digo que es injusto.


*

Nombres.

A veces algo se ilumina cuando escucho nombres.

No sé si fueron míos o de otros, esos nombres.

Algunos, incluso, me emocionan.

Y claro, eso me sorprende.

Descubrir que puedo emocionarme, me refiero.

Ahora bien, ¿cómo sé yo que olvidé algo?

Pues así, justamente.

Creo recordar, que lo expliqué.

sábado, 5 de julio de 2025

No es esta, la historia.


“La historia no es esta, me dice, pero te la voy a contar así.
A la rápida, me refiero y un poco mal.
Toma nota si quieres y luego la arreglas, si te animas…”


Una chica y un chico. O un tipo más bien. Un poco mayor que la chica, me refiero. Ambos están juntos en una pequeña cabaña, cerca del mar. Está amaneciendo. La chica quiere quedarse con él. Él también, un poco, pero le interesa más ir a cazar tiburones. Se lo dice así, de hecho, usando ese verbo: cazar. La chica entonces se molesta, pero intenta disimular. ¿Así que pescas tiburones?, le dice. El tipo no se da cuenta del tono que ha usado la chica. Ni del verbo. Se ha puesto de pie, simplemente, y ha comenzado a vestirse, para salir. Años atrás, tal vez, se habría quedado con la chica. Pero claro, ha pasado el tiempo y ahora bucea en busca de tiburones. Por un momento piensa en explicárselo, a la chica, pero lo cierto es que ni él mismo lo entiende muy bien. Y es que antes también buceaba, de cierta forma, para encontrar chicas. Eso es lo que se dice él mismo. ¿Estás seguro que prefieres ir?, dice ahora la chica. Puede que no me encuentras aquí cuando vuelvas. Él la escucha mientras revisa el bolso que llevará. La escucha, pero no le habla. Piensa que puede ser un alivio, incluso, no encontrarla cuando vuelva. Después de todo las chicas flotan, se dice, no hay que bucear para ir por ellas, solo hay que recogerlas. Fingen que viven en la profundidad, pero son animales de superficie, simplemente. ¿No me vas a decir nada?, dice la chica, cuando lo ve que va a salir. Él se voltea y la observa, sobre la cama. Voy a cazar tiburones, dice él. Pagan bien y me hace sentir bien. De eso vivo. Ella, por supuesto, le dice algo más. Lo contradice y hasta intenta explicarle algo… Pero él se va, sin escucharla, por eso no sabemos qué le dice. Así pasó.

viernes, 4 de julio de 2025

Esa mano es un pie.


-Mira, esa mano es un pie.

-¿Cuál mano?

-No es mano, te digo, es pie.

-Sí, entiendo, pero ¿cuál es?

-Pues esa… la que parece mano.

-Hmm… es que no la distingo.

-¿Cómo?

-No sé a cuál te refieres, todas me parecen manos.

-Claro, eso te digo, pero yo te digo la que no es… la que es pie.

-¿No puedes indicarla mejor…? ¿O es que te estás burlando?

-No, no me burlo, pero es que quiero ver si te das cuenta.

-¿Y de qué quieres que me dé cuenta?

-De que es pie, claro.

-Igual no entiendo para qué.

-Digamos que solo para ver, anda… míralas y dime cuál es pie.

-¿De verdad no me estás tomando el pelo?

-Que no… solo dime cuál crees.

-¿Y si fallo?

-Pues no pasa nada… di no más, que ya parece la gran cosa.

-De acuerdo. A ver… ¿es esa…? ¿La que está un poco más alta que las otras?

-¿Cómo eso va a ser un pie…?

-¿No es esa?

-Claro que no… Esa es una mano. Es la más mano de todas, de hecho, si tiene hasta un anillo en un dedo…

-Pensé que era para despistar.

-Mejor te digo… fíjate: es esa, dos más abajo y un poco a la izquierda de la que decías tú…

-¿La de la muñeca torcida?

-¡Ese es el talón…!

-¿Ese es el pie, entonces?

-Claro.

-Hmm… ¿y será de gusto que están ahí?

-¿Cómo?

-A lo mejor no sabe que es pie y cree que es mano.

-¡No tiene que saber! Está ahí simplemente. Los demás debemos saber.

-¿Saber quién es uno?

-Claro que no… saber qué es eso, digo yo. Mano o pie…

-Y entonces, ¿no debemos saber quiénes somos?

-¿Somos?

-O sea, ser… por separado, pero sí…

-¡¿Quién está hablando de eso…?!

-Nadie, disculpa… o sea yo, claro.

-...

-Pero no importa.

jueves, 3 de julio de 2025

Se echó a perder el hervidor.


J. me cuenta que se echó a perder el hervidor. O sea, no tanto, porque igual funciona y le permite hervir el agua, pero el problema es que ya no se detiene por sí solo y J. debe estar ahí, esperando a que hierva, y eso le complica. Me explica entonces que, si bien es poco rato el que debe esperar, se ha acostumbrado a no hacerlo, y estar así, frente al hervidor la pone tensa, de cierta forma, y hasta la angustia.

En principio, cuando me lo cuenta, pienso que bromea, pero luego me fijo en sus ojos llorosos y en el tono de su voz y me queda claro que el asunto del hervidor es, al menos para ella, algo serio y decido por lo mismo pensar en ello seriamente, para ver de qué forma puedo ayudarla, si es que puedo.

Que se eche a perder un hervidor es algo común, me digo. Sin embargo, lo que se le echó a perder a J., no es por supuesto, el hervidor. No se lo digo a ella ni lo escribo aquí, por cierto, pero esa es parte de la conclusión a la que llego.

-¿Quieres que encarguemos otro hervidor? -le digo entonces.

Ella me mira, en silencio, con una expresión que revela que es algo que a ella no se le había ocurrido.

-¿De verdad es tan simple? –me dice.

-De verdad –le digo.

Luego, ella seca sus lágrimas, se ríe un poco y comienza a buscar en el celular.

-Hay unos de vidrio, transparentes –me dice, mientras busca-. Pero esos no me gustan.

-Entonces busca otros –le digo-. Elige bien.

miércoles, 2 de julio de 2025

Ni en pozos ni en montañas.


Ni en pozos ni en montañas.

Hoy decido ascender y descender entre mis cosas.

Eso hago.

Las subo y las bajo de un piso a otro.

Las cambio de sitio hasta que siento que encuentran su lugar.

O al menos, hasta que se acercan a él.

Lo hago una y otra vez, por cierto, hasta cansarme.

O hasta alcanzar algo que pueda considerar –al menos yo-, como un avance.

Ni en pozos ni en montañas.

Esto es más urgente, me digo.

Encontrar el sitio de las cosas.

La posición correcta, la altura, y hasta la compañía adecuada.

Es como ubicar órganos en un ser vivo.

O un ser que debe vivir, al menos, si ubico todo en el orden correcto.

Ya saben: ordenarlabiblioteca, como se llamaba en principio, todo esto.

Hacerlo para luego dejarlas vivir por su cuenta.

Lejos de mí, incluso, de ser necesario.

Después de todo, la propuesta es simple.

La propuesta y el propósito, en realidad.

Cada cosa, simplemente, donde debe estar.

Y claro, cuando todo esté en su sitio, me digo, yo también encontraré el mío.

Este es un secreto, por supuesto, pero como a nadie le interesa lo digo igual.

Ni en pozos ni en montañas, lo digo.

Aquí, entre mis cosas.

Eso hago.

martes, 1 de julio de 2025

No necesitas caminar, para ver.


No necesitas caminar, para ver.

No buscamos, para ver.

Eso es una excusa.

Una mentira y una excusa, en realidad.

Sé sincero:

Puedes ver en cualquier sitio.

En tu casa o en el lugar que quieras puedes hacerlo.

En el lugar que estés, me refiero.

No se agota lo que ves.

No se gasta.

Además, tarde o temprano lo que salgas a buscar pasará por tu ventana.

No llamará a tu puerta, es cierto, pero podrás verlo de igual modo.

Si estás atento y lo esperas podrás verlo.

Si eres paciente, quiero decir.

Y si sabes mirar, por supuesto.

Una vez, por ejemplo, me contaron de un tipo que, a oscuras, logró ver.

E incluso hubo otro que veía de lo más bien, en una casa sin ventanas.

Si lo intentas, de seguro logras comprender.

No es que te niegue el caminar, pero te invito a pensar en las razones.

O a no inventártelas, más bien.

No quiero ser rudo, pero sí claro:

No necesitas ver nada que esté lejos de tu alcance.

No necesitas ese tipo de movimiento.

El verdadero movimiento es siempre generador de cambios y si caminas para ver, regresas igual de donde vayas.

Mueves la harina, el agua y la levadura, por ejemplo y ya tienes otra cosa.

Moverte para ver, en cambio, es no moverte.

Es una excusa, como te decía, y por lo general una mentira.

Por lo mismo, lo que te pido en el fondo es que no te mientas,

En cambio, escucha, observa y elige bien.

Junta fuerza.

Puedes ver, lo que hay que ver, en cualquier sitio.

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