-Mira, esa mano es un pie.
-¿Cuál mano?
-No es mano, te digo, es pie.
-Sí, entiendo, pero ¿cuál es?
-Pues esa… la que parece mano.
-Hmm… es que no la distingo.
-¿Cómo?
-No sé a cuál te refieres, todas me parecen manos.
-Claro, eso te digo, pero yo te digo la que no es… la que es pie.
-¿No puedes indicarla mejor…? ¿O es que te estás burlando?
-No, no me burlo, pero es que quiero ver si te das cuenta.
-¿Y de qué quieres que me dé cuenta?
-De que es pie, claro.
-Igual no entiendo para qué.
-Digamos que solo para ver, anda… míralas y dime cuál es pie.
-¿De verdad no me estás tomando el pelo?
-Que no… solo dime cuál crees.
-¿Y si fallo?
-Pues no pasa nada… di no más, que ya parece la gran cosa.
-De acuerdo. A ver… ¿es esa…? ¿La que está un poco más alta que las otras?
-¿Cómo eso va a ser un pie…?
-¿No es esa?
-Claro que no… Esa es una mano. Es la más mano de todas, de hecho, si tiene hasta un anillo en un dedo…
-Pensé que era para despistar.
-Mejor te digo… fíjate: es esa, dos más abajo y un poco a la izquierda de la que decías tú…
-¿La de la muñeca torcida?
-¡Ese es el talón…!
-¿Ese es el pie, entonces?
-Claro.
-Hmm… ¿y será de gusto que están ahí?
-¿Cómo?
-A lo mejor no sabe que es pie y cree que es mano.
-¡No tiene que saber! Está ahí simplemente. Los demás debemos saber.
-¿Saber quién es uno?
-Claro que no… saber qué es eso, digo yo. Mano o pie…
-Y entonces, ¿no debemos saber quiénes somos?
-¿Somos?
-O sea, ser… por separado, pero sí…
-¡¿Quién está hablando de eso…?!
-Nadie, disculpa… o sea yo, claro.
-...
-Pero no importa.
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