martes, 7 de octubre de 2025

No hay necesidad de escarbar la nieve.



I.

No hay necesidad de escarbar la nieve.

No hay apuro, digamos.

Y es que todo se derretirá, lo queramos o no, tarde o temprano.

Entonces, veremos aparecer poco a poco, eso que había sido cubierto.

Con fingida sorpresa, lo haremos.

Y ocultaremos la decepción de no encontrar bajo la nieve más que cosas ya sabidas.

Palabras en desuso, por ejemplo.

Huesos roídos.

O el nombre de un dios.


II.

Ante el nuevo panorama descubres ante todo, cosas obvias.

Por ejemplo, descubres que no se marcan tus huellas en la nieve, si no hay nieve.

Por lo mismo, tal vez quieras pensar, que el paso mismo resulta innecesario.

Así, probablemente el tiempo se transforme ahora en otra espera, mientras esperas.

Y si alguien te pregunta, elegirás decir que es nieve lo que aguardas.

Allá tú.


III.

No solo de escarbar no hay necesidad.

Lo cierto es que no hay necesidad, prácticamente de nada.

Todo es un invento, de esta forma… o una justificación que nadie ha solicitado.

Y es que hubo nieve, es cierto, pero esta se termina derritiendo pues no hay verdadera necesidad de esa nieve.

Eso es algo que sabemos y sin embargo lo ocultamos.

Y buscamos otras razones, incluso, para explicar porque se cae lo que no sabe sostenerse.

Nuestras palabras, por ejemplo.

Nuestras creencias.

Y hasta el nombre, olvidado, de nosotros mismos.

lunes, 6 de octubre de 2025

Golpes en mi puerta.


Cada vez son menos, los golpes que escucho en mi puerta.

Tanto en cantidad, me refiero, como en intensidad.

De igual modo, confieso, ya ni siquiera estos golpes llaman mi atención.

Y aunque quieran cambiar ahora, advierto, mi atención ya está extraviada.

Y yo, por ende, permanezco casi siempre en calma.

Antes, es cierto, esas cosas me alteraban.

Esos golpes, quiero decir.

Y es que de alguna forma me obligaban a acercarme hasta la puerta, y a veces… a abrirla.

Una vez, mientras dudaba junto a ella, desde fuera dieron un fuerte golpe y la puerta se abrió.

Fue una patada, supongo, la que logró abrir la puerta y romper el cerrojo.

Recuerdo que la puerta se soltó de un costado y se me vino encima, de improviso.

De cualquier forma, tuve suerte, pues la puerta no me golpeó.

Y claro, yo esperé entonces a que apareciese aquél que había roto todo aquello, pero no apareció nadie.

Apenas se cruzó un tipo, rato después, cuando me vio reparando la puerta.

¿A usted también?, me preguntó, mientras me observaba.

, le dije, a mí también.

Se quedó ahí, luego de esto, mientras yo seguía arreglando aquello, hasta que terminé.

El tipo entonces, luego de observar, hizo un gesto de fastidio y se retiró sin más.

Ni siquiera se despidió, recuerdo, cuando se fue.

Y yo, por supuesto, volví a cerrar la puerta.

domingo, 5 de octubre de 2025

Dormí una vez en el piso.



I.

Dormí una vez en el piso, tapado con una alfombra.

Luego, extrañamente, se me olvidó que estaba ahí.

Así, medio dormido, recuerdo haber pensado que estaba soñando.

Ya en el sueño, supuestamente, encontré un par de monedas, un carnet antiguo y una pieza de rompecabezas.

Y creí haber comprendido, en ese instante, una serie de cosas, que mayormente olvidé.


II.

Ya despierto, en la mañana, observé la pieza de rompecabezas.

Era muy pequeña y tenía colores claros.

Probablemente un fragmento de jardín, en el que había mucha luz.

Recuerdo haber pensado, confundido, que la había sacado del sueño.

Luego, sin embargo, comprendí que era más probable que la pieza hubiese estado ahí, simplemente, junto al carnet antiguo y el par de monedas, que también guardé.


III.

Todo me resultaba extraño, según recuerdo.

O así me pareció al menos, esa vez.

El carnet que encontré, por ejemplo, tenía mi foto, pero descubrí que el nombre estaba borrado.

No sé si de gusto pues se trataba de un carnet bastante viejo y estaba gastado en otros lugares, también.

Las monedas, por otra parte, recuerdo que eran exactamente iguales.

Mismo valor quiero decir, mismo año de acuñación y misma apariencia.

Una para cada ojo, pensé, y luego las guardé.

Nunca nadie, por cierto, preguntó por ellas.

sábado, 4 de octubre de 2025

De pura bondad.



*
Más que observarlo, lo recuerdo.

Pequeño, mirando fijo, sin saber qué vendrá.

Le sonreía entonces, recuerdo, porque yo tampoco podía adelantarle nada.

Estaré aquí, le habría dicho.

Nada más.


*
Quién lo diría.

Al final, resultó ser cierto.

Aquí.

Todavía aquí, quiero decir.

No siempre en las mejores condiciones, pero aquí.

Soltando todo aquello que quiso llevarme a otro sitio.

Llevarme a otro sitio y convencerme que era otro.

No sé si hice bien, pero fue lo que hice.

Eso escogí, quiero decir.

Y eso soy.


*
A pesar de todo no he sabido.

Floto para no hundir, quiero decir, pero no llevo dirección.

Por lo mismo, pienso que ha debido aprender por otros medios.

O está en eso, en este instante.

Sinceramente me disculpo:

No sé enseñar lo que no sé.


*

Ríe.

A veces pienso que cuando ríe me está dejando ir.

Que me invita a hacerlo y me dice que él se queda a cargo.

No puedo asegurarlo, por supuesto, pero es la impresión que me da.

Como si también me dijera que estará aquí y que ya no me preocupe.

Y claro, es entonces cuando lo observo, y más que observarlo lo recuerdo.

Y ambos, nuevamente, nos mentimos un poquito, de pura bondad.

viernes, 3 de octubre de 2025

Todo fruto está enfermo.



I.

Todo fruto está enfermo.

No importa si tiene o no gusanos.

La enfermedad está en su carne desde antes.

Desde un inicio, está la enfermedad.

Oculta en la semilla, incluso.

En la idea misma de aquel que piensa el fruto, está la enfermedad.

Luego la fruta, en su afán de existir, la niega.


II.

Se incomodan los frutos.

Se incomodan, pero no saben.

Y es que, colgados ahí, en las ramas, no saben bien qué hacer.

Sienten la enfermedad, ciertamente, y por eso les ocurre.

Se incomodan igual que cuando uno siente picor en la garganta, quiero decir.

Toserían para expulsarla, si pudieran.

Pero no pueden.

Son como nosotros, en este aspecto.


III.

Lo que digo es cierto.

Lo que digo de los frutos, es cierto.

Me acusan de mentir, pero en el fondo no se atreven a hablar de enfermedad.

No quieren saberse enfermos, como los frutos.

Prefieren creer que su carne, al menos está sana.

No hay gusanos, te dicen. Estamos bien.

Y claro, uno está por explicarles que el gusano llega al fruto por otras razones.

Pienso en hacerlo, me refiero, pero al final desisto.

No sé muy bien por qué.

Tal vez porque tendría que buscar pruebas y organizar argumentos.

¡Qué cansancio…!, me digo.

Además, si es verdad, tampoco me importa.

jueves, 2 de octubre de 2025

Prefieres ver cuando no te ven.



Prefieres ver cuando no te ven. A oscuras, incluso, idealmente. Y no es que veas algo prohibido, sino más bien que das un paso atrás. Y es que es tu apariencia, en el fondo, lo que escondes. Ni siquiera te escondes a ti mismo, me refiero, sino que ocultas tu apariencia. La ausencia de emoción. El tiempo. El conocimiento de aquello que va a llegar pronto, sin duda, y de lo que eliges no hablar. Un paso atrás, entonces. O incluso dos. El cuerpo débil. La comprensión debilitada de aquello que alguna vez pareció claro. La duda ante aquello que ves. Y dónde pisas. Y es que nada ya, parece sólido. Sí… eso al menos está claro. Y es por eso, precisamente, que prefieres ver cuando no te ven. Si cae te acercarás, es cierto, pero será tarde. Lo triste es que sabes que ahora, igualmente, también lo es. Hace años, ya es tarde, me refiero. Dicho esto, te avergüenza pensar que cuando no esté va a ser más fácil. Te avergüenza y hasta es posible que duela algo ahí, en esa zona que ya no sientes. Y es que el hogar era el fuego, allá dentro, y nunca te acercaste. Hubo razones, tal vez, pero no importan. Ahora, simplemente, prefieres ver cuando no te ven. E incluso así, no es fácil.

miércoles, 1 de octubre de 2025

Otra vez.



I.

Naces otra vez.

No cada día, como suelen decir algunos.

Me refiero a que naces otra vez, pero una sola vez.

Y esa vez naces a la nada.

Por eso –deduzco-, algunos escépticos prefieren no llamarlo nacer.

Y prefieren mentir, incluso, proponiendo extrañas teorías.

Ustedes, por cierto, son libres de elegirlas, si así quieren.

Y creer, de esta forma, en lo que menos desagrada.


II.

Me piden que explique.

Algunos, mínimamente ofendidos, me piden que explique.

Que aclare qué quiero decir con eso de nacer otra vez, pero a la nada.

Yo sonrío un poco y los observo.

Sin negarme, ciertamente, pero sin entender para qué

Para qué piden que explique, me refiero.

Y claro, ante mi ausencia de explicaciones ellos parecen más seguros.

Y de a poco levantan la voz y hablan de frases vacías y contradicciones.

En el fondo hablan de ellos mismos, me digo, mientras los escucho.

Ya nacieron otra vez, les digo.


III.

¡Pobres gentes…!

Uno les tiende la mano y son incapaces de mirar dentro.

Les falta voluntad, sin duda.

Y hasta un poco de valentía.

Y es que, si les sirviera de algo entender, probablemente lo harían solos.

¡Pobres gentes… sin duda!

Se ofenden, ahora, por cualquier cosa.

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales