Leo un artículo sobre coleccionistas extraños.
Un artículo breve, no muy detallado, en el que se menciona, entre otros, a un coleccionista de puertas.
Luego, como me queda dando vueltas todo aquello, me pongo a investigar.
No encuentro mucho.
Hay un húngaro que al parecer tenía una pequeña colección y también una bodega gigante, repleta de puertas distintas, en una ciudad checa que no es Praga.
No sé a cuál coleccionista, sin embargo, hace referencia el artículo.
Por lo mismo, me quedo simplemente pensando en puertas y en la forma en que se podrían coleccionar.
Imagino pasillos, por ejemplo, llenos de puertas que se abren y se cierran.
Y a alguien que camina entre ellas, por supuesto, atravesándolas continuamente, y regresando al mismo lugar.
Así, observo en mi imaginación, al coleccionista.
Pienso si tienen llaves, aquellas puertas.
Si fueron instaladas o no, con cerrojo.
A eso me refiero.
Y hasta converso un poco con él, mientras pienso que podría componerse una sinfonía, golpeando en varias puertas, tras descubrir la nota que en ellas se reproduce.
Puertas, me digo.
Puertas concretas, no puertas como símbolos ni símbolos que sean puertas.
¿Será posible que exista esa colección?
Vuelvo entonces sobre el artículo y pensó que sí, que existe.
Y descubro, de paso, para qué.
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