viernes, 6 de junio de 2025

Los platos rotos.


I.
Su bisabuela, según contó, había asistido a esta atracción cuando era joven, en Tivoli. Creo que se llamaba “La cocina de la risa” o algo así. El lugar -que formaba parta de una feria de entretenimientos relativamente tradicional-, simulaba ser una cocina tradicional, aunque de dimensiones mayores, y cada persona podía pagar por entrar ahí y romper algunos platos. Arrojarlos contra el suelo, quiero decir, o contra las paredes. El dinero que pagaban, en definitiva, les permitía hacerlo. Sin máximos, según entiendo. Aunque supongo que existía un número limitado de platos que dejaban al alcance y que renovaban cada vez.


II.
Tras escuchar la historia, busqué en internet sobre aquella atracción. No encontré nada, en realidad, aunque eso no impide que haya sido cierto. Después de todo, pienso, hasta el día de hoy resultaría ser una atracción interesante. De hecho, si invierto y hago el negocio alguna vez, estoy seguro que me iría tan bien que podría incluso abrir una segunda cocina. Una en la que dejaría los platos rotos de la otra y cobraría a aquellos que quisieran intentar recomponerlos. Probablemente serían menos, es cierto, pero estoy seguro que contaría con algunos clientes. Y uno, como potencial administrador de atracciones y entretenimientos, debe pensar en todos.

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