sábado, 31 de mayo de 2025

Empujar el árbol.


I.

Empujaba el árbol, para moverlo, y ver si así caían sus frutos.

Por desgracia, no se aseguró que el árbol efectivamente tuviese frutos.

Lo intentó mover con fuerza, es cierto, y trabajó arduamente… eso se lo doy.

Pero le faltó, digamos, cierto tipo de comprensión.

Es decir, supo hacer lo que hacía, pero no supo algo más.

Algo previo, incluso, y sin duda más importante.

Le ocurrió como a todos, a fin de cuentas.

Y hasta pudo ser peor.


II.

Digo esto pues he sabido de otros casos.

Mismo ímpetu, misma fuerza y mismos objetivos, quiero decir.

Todo igual, pero en esas ocasiones no solo el árbol no tenía frutos.

Es decir, además de no tener frutos, aquello que empujaban ni siquiera era un árbol.

Aun así, gastaron su fuerza en ello y no se puede volver atrás.

Nunca se puede volver atrás.

Esforzarse en ello, me refiero, sería nuevamente equivocarse de árbol.


III.

Con todo, me gustaría aclarar que valoro el intento de intentar mover el árbol.

Y es que es mejor que nada, pensamos.

En este sentido, sin bien sabemos que los frutos caen por sí solos, puedo comprender que nos sintamos culpables de simplemente esperar.

Y aceptar la gracia.

Es indigno, nos decimos.

Y no tenemos, por si fuera poco, hambre de verdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales