I.
Como ejercicio mental le dijeron que pensara en la nieve. En momentos específicos del día le dijeron que pensara en la nieve. Que intentara bloquear cualquier otro pensamiento o, si le costaba ignorarlo, cubrirlo de nieve. Hacer que todo quede abajo y pensarlo de esa forma. Fijándose ahora en la superficie blanca y homogénea que debía cubrirlo todo. Que no observes más que nieve cuando gires sobre ti mismo, le dijeron. Y así lo hizo.
II.
Seis meses pensando en la nieve, hueón. Seis meses intentando que todo se viera como me decían. Ayudado por pastillas, claro, porque si no, no podía. Terapia culiá. Te juro que intentaba que quedara parejito. Costaba más que la mierda… Y es que no era solo imaginar nieve, sino hacer que nevara sobre las cosas y luego que todo quedara limpio. Que no se asomara ni una hueá. Daba lo mismo la altura de las cosas, había que taparlas. Cubrirse con una sábana que además tiene que quedar perfecta. Una mierda la hueá. Nieve y la conchetumadre.
III.
Cuando dejó la terapia explicó sus razones. Ordenadamente esa vez. Dijo que tarde o temprano la nieve se derretirían y las cosas volverían a aparecer. No más limpias ni mejores, sino como eran, simplemente, antes de la nieve. Y esta última, por si fuera poco, se convertiría en agua sucia. Y claro, escucharon sus razones. Observó cómo las anotaban. Incluso recibió felicitaciones. Le dijeron que había dado un paso adelante y que el ejercicio mental había sido un éxito. Ahora pasaremos al siguiente paso, le dijeron. Escuche:
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