Si hubiese un premio para el borracho más educado
yo postularía a un amigo. El nombre poco importa, pero lo cierto es que su
conducta –al menos cuando se encuentra bebido-, resulta intachable:
A cada tambaleo pide disculpas; se preocupa por
apoyarse contra una muralla si es que pasa alguien cerca; si se cae nos dice
que no lo ayudemos para que no vayamos a ensuciarnos y hasta anda con unas
bolsitas desechables por si vomita, para no molestar a nadie.
Al mismo tiempo, mejora su vocabulario de forma
notable, pide disculpas por su forma de ser cuando está sobrio, trae ropa de
cambio y utensilios de aseo por si el exceso resulta mayor y hasta suele
inclinar la cabeza cuando pasa alguien junto a él y saludarlos respetuosamente.
Por otro lado, desde lo económico, trata siempre de
pagar más de lo que le corresponde, deja grandes propinas, ayuda a cualquier
desconocido que se lo solicite y está atento a compensarnos ante cualquier
dificultad que provoque.
Por último, vale la pena destacar su honestidad a
la hora de estar ebrio. Una vez llamó a su esposa para confesarle que había
tenido sexo con una compañera de trabajo y en otra pidió hablar con su hijo,
para decirle –entre otras cosas-, que no existía Santa Claus.
Ahora está solo, por cierto, y pasa casi siempre
borracho. Yo creo que un día de estos lo encontraremos a un costado de una
calle apoyado definitivamente contra un árbol, tratando de no molestar a nadie.
Si su entierro no provocara inconvenientes, estoy
seguro que ya nos habría abandonado.