Al parecer ocurre por una falla en el techo. Me
refiero a la luz que se filtra en las mañanas. Apenas dos cuadrados, en un
patio que recorren casi mil alumnos. Dos cuadrados de no más de siete o nueve
metros, cada uno. Cuadrados de luz, digamos. Pequeños cuadrados de luz. Hoy
estuve en uno mientras varios buscaban un lugar menos frío. Los estudiantes
iban de un lugar a otro y de pronto la vuelta a clases. Entonces la sala y
hasta ese poco de luz se va perdiendo en las mañanas. ¡Cuánto desperdicio…!
Tristes cuadrados de luz. De vez en cuando un pequeño grupo cae en uno y se
queda ahí unos minutos. Un pequeño grupo en una isla luminosa. Sienten el
calor, aprovechan el instante. Incluso comen su colación en ese sitio. No son conscientes
sin embargo, los estudiantes, que el fenómeno se repite día a día. Me refiero a
que nadie vuelve al lugar buscando una segunda visita. No conscientemente, al
menos. Eso observo, cada día. El desplazamiento de unas planchas en el techo.
Dos cuadrados de luz. No es mucho, pero al menos están ahí. Pequeñas señales
que, supongo, deben agradecerse. Cuadrados de luz, en un patio oscuro. Pequeños
cuadrados de luz.
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