"Ocurrió de improviso mientras estábamos en la
nieve. Jugábamos desde hacía unos minutos a lanzarnos bolas, sin organizarnos,
mayormente. Yo había recibido unas cuántas, pero al menos logré encontrar un
buen lugar, donde construir más munición. Fue entonces que, sin proponérmelo, formé
una bola de nieve que quedó tan perfecta que, apenas la vi, ya no quise lanzarla.
De hecho, cuando volvieron a atacarme, la protegí de los tiros escondiéndome
tras unas rocas. Así, mientras me arrojaban las que ellos habían creado, yo me
preocupaba únicamente de mantener mi propia bola de nieve alejada del peligro,
escondiéndola entre mis brazos, como un bebé. Luego de un rato cesaron los
ataques. Ellos gritaron diciendo que serían tres minutos de tregua, mientras
hacían más proyectiles. Yo, en cambio,
no dejaba de maravillarme con la bola de nieve que había formado. Era realmente
perfecta… No me cansaba de mirarla y de mirar todo el paisaje que había
alrededor. No hubiese querido, incluso, que pasara el tiempo. Lamentablemente,
era consciente que eso no ocurriría… y que no podría guardarla… que su perfección
era transitoria, y que estaba destinada a desaparecer en poco tiempo. Corrí
entonces hasta otro escondite sin dejar de pensar en mi bola de nieve. Por un
momento incluso, intenté convencerme de que mi bola no perdería, finalmente, la
perfección, sino que alcanzaría una perfección distinta. De todas formas, si llegase
a ocurrir esto, yo siempre he sido incapaz de ver esas otras perfecciones, así
que no serviría de mucho. La gran mayoría, de hecho, creo que somos incapaces…"
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