Soñé que visitaba dos planetas. Uno con agua y otro
sin agua. Viajaba solo, pero me sentía bien. Ambos tenían una atmósfera que me
permitía respirar, aunque de todas formas -supongo que por seguridad-, debía
andar con una pequeña mascarilla. En el sueño, visitaba primero el planeta sin
agua. Hacía un recorrido sobrevolándolo con la nave y luego bajaba y caminaba durante
un par de horas en un sector rocoso, más allá del cual se extendía un inmenso
mar de arena. Recogía entonces unas muestras de roca y volvía a la nave.
Ingresaba lo recolectado en unas máquinas, me bañaba y desinfectaba con cuidado
en otra sala y me preparaba entonces para ir al otro planeta, el que tenía
agua. Lo sobrevolé al igual que el primero y decidí bajar en una de las pocas
zonas en las que parecía haber vegetación. Desde la nave, sin embargo, algunos
sensores me aseguraban que no existía vida y que lo que a mí me parecía vegetación
eran formas de sustancia humedecida y afectadas por diversos tipos de erosión.
Bajé entonces de la nave y caminé también un par de horas. Me acerqué a un
arroyo que avanzaba entre otras formas y tomé muestras. El agua estaba a una temperatura
agradable, pero debo reconocer que el lugar me producía cierto desagrado. Como
visitar una casa lujosa en la que no vivía nadie. Tanta agua, y para qué,
recuerdo qué pensaba de regreso en la nave, mientras cambiaba mi traje. Fue entonces
que, tras alejarme de ambos planetas, una voz mecanizada de la nave me proponía
dirigirnos ahora hacia otro sector de planetas. Todos con agua, aseguraba.
Yo debía confirmar la elección apretando un botón que estaba frente a mí,
sobresaliendo de un panel, pero no lo hacía. Ni una gracia los planetas con
agua, le decía entonces a la voz, que insistía en su sugerencia. Recuerdo
que esa frase me dio risa, en el sueño, y entonces desperté. Había visitado dos
planetas.
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