No le entendí muy bien lo que dijo. Supongo que
eran indicaciones para llegar a un lugar. No lo sé. Por las señas supuse que
debía venir por aquí. Y vine. Además el camino no era tan empinado y había una
especie de sendero, a un costado de la quebrada. De todas formas es raro. No me
refiero al tipo ni a su forma de hablar. O sea, eso también, pero es raro
sentir que a pesar de haber seguido indicaciones y haber encontrado el sendero,
no creo haber llegado donde él intentaba decirnos. Es decir, no me quejo… Hay
muchos árboles, el agua se ve limpia, el lugar está muy bien… pero no sé. Yo
creo que quería decir otra cosa. Enviarnos a otro lado. No digo que mejor. No
me refiero a la vista ni a las condiciones… No sé bien cómo explicarlo. De
todas formas si cuando baje encuentro de nuevo al tipo y me pregunta, yo
tendría que decirle que me extravié. Que todo está bien, pero no pude llegar
donde él decía. Y claro… tal vez el tipo intente nuevamente explicarse y otra
vez no le entienda lo que diga. Y entonces, conociéndome, me pondría a pensar
dónde está realmente el problema y no pararía de darle vueltas al asunto. El
asunto de la comunicación, me refiero. Luego, por supuesto, llegaría a Santiago
y tendría que volver a lo de siempre. Y para volver uno se miente un poco.
Siempre pasa eso, digamos. Y contaría del tipo que hablaba mal como una
anécdota, pero en lo personal guardaría una explicación alternativa. Absurda,
claro, pero que no deja de tener un rasgo de verdad. Concluiría por ejemplo que
el problema estaba en mí. Que el tipo tal vez hablara bien, me refiero. Que
hablaba claro, pero algo en mí no quería comprenderlo. Y es que así pienso yo,
si soy sincero. Y es posible que al igual que el tipo ese pretenda entonces
explicarme y usted sienta que me sigue, pero en realidad llegue a comprender
otra cosa. Es extraño, ¿no cree? Me refiero a que nunca lo sabremos, realmente.
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