Su sueño era morir en Londres. No sabía por qué. Nunca
había estado en la ciudad, sin embargo, cuando por alguna razón se hablaba
sobre la muerte, nos terminaba contando que quería morir en Londres. Siempre creí
que era una idea sin importancia, pero alguna vez en su casa me mostró un mapa donde
incluso estaba marcado el lugar exacto donde quería morir. Y claro, también
tenía sus ahorros destinados para ese efecto. Su idea era que, tras saber de
una enfermedad terminal o cuando se edad ya le hiciera difícil proyectar mucho
tiempo de vida, viajaría a Londres. No me
importan los museos, nos decía. Me importa
una mierda el Támesis, el Big Ben y el
London eye… Yo lo que quiero es ir a
morir a Londres, nada más. En tranquilidad, agregaba. Sin molestar a nadie. Y claro, como casi siempre que hablábamos
de esto estábamos borrachos uno solía bromear y molestar un poco pues, que
supiéramos, ni siquiera sabía hablar inglés. No se necesita hablar para ir a morir a un lugar, nos decía, los cobardes son los que hablan para
intentar salvarse… pero las palabras, igualmente, nunca han terminado por
salvar a nadie… Lamentablemente para
sus pretensiones, murió hace un par de días, en Rancagua, en un accidente lo
suficientemente estúpido como para avergonzarme de contarlo aquí. No tuvo hijos
así que no sé qué harán con sus cosas. Con su sueño, por ejemplo, ya no se
puede hacer nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario