Adopté un perro viejo y le puse de nombre Rey Lear. De vez en cuando ladra y hasta
se mueve un poco, pero lo cierto es que pasa la mayor parte del día echado. Es
grande y tiene el pelo largo, aunque ya algo canoso, por la edad. Intenté
decirle Lear, a secas, pero me
pareció que se confundía un poco. Por lo mismo, decidí seguir con el trato más
solemne. De hecho, ahora hasta lo peino un poco, para que se sienta un poco más
digno y no ande buscando tormentas ni se me venga abajo. Más que comer me
parece que le gusta beber agua. Por lo general le lleno un gran pocillo, aunque
parece disfrutar más cuando dejo correr el agua en la manguera y se la acerco
al hocico. Lo hace con otro ritmo digamos, como si lo necesitase más. El otro
día mientras lo peinaba me desconoció y me lanzó unos ladridos. No parece
enfocar bien la vista y al parecer no le funciona muy bien el olfato. De todas
formas no se lanzó a morder así que no fue peligroso. Debe haber sido un gran
perro en otro tiempo, de esos que imponen respeto incluso sin ladrar. Hoy está
viejo y no debiese quedarle mucho de vida. Estoy seguro que caerá un día, a sus
anchas, bajo una tormenta. No parece tener miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario