En resumen, el doctor le dice que ve mal de cerca.
Que necesita lentes. O hasta una intervención. Ella escucha al doctor y
asiente. Se pregunta si el doctor no exagera. Y es que hasta ahora sentía que
leía bien, aunque el doctor le ha dicho que ver bien de cerca y poder leer, son
cosas distintas. Esa tarde ella piensa en lo que le dice el doctor mientras
mira en torno suyo. Las cosas de su cuarto. Esas
cosas están cerca, piensa ella. Yo
las veo. En general son cosas importantes. Aunque claro, el doctor debe saber
sobre esto más que yo. Eso se dice mientras piensa en aquellas cosas
importantes que están cerca y que no ve. Desde lo más banal a lo más poético. Muertos
flotando en la superficie de un lago, por ejemplo. Qué pasa si admiro la belleza y no veo flotando a los muertos en un
lago, se pregunta. Aunque claro, bien pudo haber pensado en flores u otras
cosas menos trágicas. El mundo mismo, digamos. Quién puede ver el mundo, si vamos sobre él, se dice. Y si vamos sobre Dios. Quién puede ver a
Dios, se pregunta ahora. O ver lo que
somos. Tal vez es cierto que necesite
lentes, concluye. Pediré dos recetas,
incluso, por si acaso.
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