Ella antes de irse me dijo que lo nuestro era como
la sangre de san Genaro. Y claro, como no quise quedar de hueón, no pregunté.
Me lo dijo triste y hasta con un poco de rabia, con una actitud que traduje
como una despedida definitiva, y hasta con estilo. Entonces llegué a casa y
comencé a buscar sobre esa sangre. Encontré varios textos y un par de documentales
mulas. Uno de ellos, incluso, estaba en ruso y sin subtítulos, pero lo vi igual. En todos ellos
se decía que la sangre de san Genaro estaba guardada en unas ampollas, en una iglesia
de Nápoles. También se decía que, cada cierto tiempo, la sangre esa, ya seca,
volvía a licuarse, sin que nadie pudiese explicarlo. Se trataba, por supuesto, de una especie
de milagro. En uno de los documentales, incluso, se mostraba un video de una de
esas ampollas con sangre, licuándose. Debo haber visto unas diez veces ese video. Amé entonces a san Genaro. O a su sangre,
más bien. Creí incluso en el milagro. Ella iba a volver, me dije. Cada cierto
tiempo, tal vez, pero volveríamos a vernos unas cuántas veces. Y bueno... eso
me bastaba, en ese entonces. No quise presionarla, así que no la busqué. Traté
de mejorar otras cosas, digamos, en ese tiempo. Y es que como lo había dado
todo por perdido, de alguna forma la promesa de la sangre de san Genaro me
bastaba. Fue una buena sensación, después de todo, pienso ahora. Así y todo, lo
cierto es que ella no volvió. Ni a la semana, ni al mes, ni al año, ni hasta
ahora. A pesar de eso, he averiguado sobre la sangre de san Genaro y esta
continúa licuándose. Por lo mismo, he llegado a pensar que tal vez ella quiso
decir otra cosa con aquello de la sangre. O tal vez, ocurre simplemente que los milagros no existen. O
tal vez -y esta opción ciertamente no me desagrada-, el milagro fue otro.
https://www.youtube.com/watch?v=6xMHmevf0kg
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