miércoles, 23 de julio de 2025

Mentimos sin saber.


I.

Mentimos sin saber.

Eso es lo que ocurre.

No hay mala intención, quiero decir.

Únicamente desconocimiento.

De todas formas, no es excusa.

Constato lo que ocurre, simplemente.

Y admito, por supuesto, que hay engaño.

No dolo, reitero, pero sí engaño.

Eso es, simplemente, lo que ocurre.

Permanecemos y avanzamos, como todos.

Decimos –a veces-, y callamos.

Eso hacemos, en resumen.

Mentimos sin saber, quiero decir.

Y no deseamos mal a nadie.


II.

Mentimos sin saber.

Sin saber que mentimos, me refiero.

De hecho,
tampoco es que sepa a ciencia cierta,
cuando decimos la verdad.

Y es que todo esto se descubre, a fin de cuentas,
con el paso del tiempo.

Y la dirección con que pasa
(y la premura)
viene a enseñarnos entonces
la naturaleza de aquello, que hemos dicho.

¡Cuánta sorpresa hay en aquello…!

¡Cuánta extraña naturaleza!

Mentimos sin saber.


III.

Mentimos sin saber.

Tanto que mi nombre, a veces,
llega a ser parte de las mentiras.

De todas formas, como yo tampoco sé,
sigo volteando ante prácticamente
cualquier nombre.

Y claro, a veces resulta que sí era a mí
a quien llamaban.

En esas ocasiones, por cierto,
ellos suelen acusarme,
de algo que no sé.

Por eso, finalmente, es que yo paso a defenderme.

Ocurre que mentimos sin saber, les digo entonces.

Y no deseamos mal a nadie.

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