sábado, 31 de octubre de 2020
Los escuchó atentamente.
Los escuchó atentamente.
Por horas los escuchó.
Analizó sus palabras, aunque casi todas le parecieron absurdas.
Tomó apuntes.
Fingió interés mientras lo hacía, pero sin esforzarse demasiado.
Después de todo, ellos no se fijaban, mayormente en sus reacciones.
Se escuchaban a sí mismos, más bien.
Cuando terminaron de hablar, él corroboró sus anotaciones.
Repasó las ideas principales.
Confirmó con ellos que no había tergiversado sus palabras.
Intentó alabarlos mientras leía sus apuntes.
Ellos escuchaban con atención, pues era otra forma de seguir escuchándose.
No era una mala síntesis, comentaron.
Pero claro… de todas formas intentaron corregir cosas.
No eran solo las ideas, después de todo, había que transmitir la fuerza.
Eso le decían cuando él les ofreció numerarlas.
No jerarquizarlas, necesariamente, pero presentarlas más bien como un reglamento.
A ellos les gustó la idea.
Hicieron entonces una lista de 30 indicaciones.
Luego bajaron a 20 y finalmente a 10.
Las leyeron varias veces, en voz alta, cuidando que la entonación fuese la correcta.
Si hubiesen podido las habrían escrito en piedra, pensada él.
Su apreciación era exacta, por cierto, aunque él no lo sabía.
Pasaron finalmente el documento en limpio y estamparon sus firmas debajo.
Todos menos, él, por supuesto, pues su firma no importaba.
Extrañamente, le pidieron su opinión, antes de bajar y llevar el documento ante los otros.
Él, sin embargo, prefirió no hablar y se limitó a seguir sus primeras instrucciones.
Guardó silencio, porque tenía razón.
viernes, 30 de octubre de 2020
¿Puedo pasar?
jueves, 29 de octubre de 2020
Un árbol falso.
Descubrimos un árbol falso.
En un bosque lo descubrimos.
Uno más, entre otros, solo que este era falso.
No se le acercaban los pájaros.
Tampoco encontrabas hormigas, en su tronco.
No tenía olor a árbol.
Es difícil explicar cómo lo descubrimos.
Pero de cierta forma nos atrajo.
Llegamos hasta él y nos apoyamos en su corteza.
Nada sospechábamos, en un inicio.
Su apariencia era perfecta.
Su sombra era la misma, digamos, que los árboles verdaderos.
Su textura incluso, era igual, salvo por la ausencia de hormigas.
Eso fue lo que lo delató, en principio.
Fue entonces que lo observamos y analizamos en detalle.
Incluso escarbamos en el suelo para ver sus raíces.
Todo estaba en orden, pero el árbol era falso.
Estaba vacío de la esencia del árbol.
Cortamos una rama y la comparamos con unas verdaderas.
Lo mismo hicimos con sus hojas.
Y salvo la ausencia de olor, todo era idéntico e indistinguible.
Dentro de estos experimentos, se nos ocurrió encender una de sus ramas.
Tomamos algunas ramas y nos movimos hacia un lugar con menos árboles.
Lo intentamos varias veces, pero no logramos que encendiera.
En cambio, encendimos una pequeña fogata con ramas verdaderas, sin mayor problema.
Las ramas falsas, sin embargo, incluso arrojadas a ese fuego, permanecieron intactas.
Mentalmente, entonces, concluí cuáles eran las diferencias entre lo falso y lo verdadero.
Todavía las recuerdo.
Eran tres.
miércoles, 28 de octubre de 2020
El sabio del pueblo.
martes, 27 de octubre de 2020
Formas de orden (2)
lunes, 26 de octubre de 2020
Ordena las siguientes oraciones.
La forma en que ciertas cosas no envejecen.
El sonido del agua cuando avanza entre las rocas.
La manera en que el viento afecta a la lluvia mientras cae.
El artificio por el cual la luna brilla, siendo oscura.
El peso de la nieve que se junta sobre las ramas.
El crujir de las hojas bajo las pisadas en un bosque.
El murmullo de alguien mientras reza en una iglesia.
El ruido que hacemos cuando no queremos hacer ruido.
El sabor de los damascos, todavía tibios, bajo el sol.
El grito con que un niño anuncia que llegó al mundo.
El olor del pasto húmedo cuando apenas fue cortado.
El silencio del universo, cuando le exigimos respuestas.
La caída de algo que creímos firme y permanente.
La violencia con que aquel animal aferra a su presa.
El temor de aquellos que se esconden, sin saber de qué.
El crepitar del fuego que se ha encendido solo.
El eco de una voz que no logramos comprender.
La insistencia de los ojos por ser siempre los mismos.
El camino que seguiste sin saber dónde llevaba.
El alivio que sientes, finalmente, cuando te dejas ir.
domingo, 25 de octubre de 2020
Dejé la luz encendida.
sábado, 24 de octubre de 2020
Se detuvo un momento. Luego siguió.
Se detuvo un momento.
Luego siguió.
Si no lo hubiese visto en ese momento, hubiese pensado que nunca se detuvo.
Pero se detuvo, ya está dicho, en ese momento.
No sabemos por qué.
No sabemos a qué.
No sabemos para qué.
Pero sabemos, al menos, que se detuvo.
Él, probablemente, ni siquiera supo eso.
Me refiero a que se detuvo sin saberlo.
Sin consciencia de un por qué.
Sin consciencia de un para qué.
Ni menos sabiendo a qué se detuvo.
Lo comprobamos después, cuando hablamos y él no sabía nada en absoluto.
Hablamos de cosas generales.
Luego, él contó sobre sí mismo.
Hechos, me refiero.
Direcciones, sucesos, números y cosas.
Y nada de sí mismo, en el fondo.
En ese contexto fue que le comentamos que lo habíamos visto.
A lo lejos, por supuesto.
Avanzar y detenerse, le dijimos.
Detenerse y seguir, poco después.
Él nos miró extrañados y nos pidió el contexto.
Lugar, momento, elementos del entorno.
Parecía no recordarlo, así que insistió con aquello.
Nos preguntó incluso si sabíamos a qué se había detenido.
O por qué.
O para qué.
Y como le dijimos que eso no podíamos saberlo él negó que lo hubiésemos visto a él, en lo absoluto.
Ese no era yo, nos dijo.
Nos observamos y le dimos la razón, sabiendo que se equivocaba.
Que mentía sin saberlo.
Que de cierta forma su mentira también era detenerse un momento sin tener consciencia.
Luego de esto él se fue y nosotros nos fuimos.
Todo cordial, por supuesto.
Él se alejó y nosotros nos alejamos.
A lo lejos, lo vimos detenerse y luego seguir.
Finalmente, olvidamos el asunto.
viernes, 23 de octubre de 2020
Te sorprende el amanecer.
jueves, 22 de octubre de 2020
Bach, en el vecindario.
martes, 20 de octubre de 2020
Alguien duerme...
Alguien duerme en mi habitación mientras yo trabajo.
Mientras hago cosas que a nadie importan, alguien duerme en mi habitación.
Su sueño es profundo y no se inmuta ante los ruidos que realizo.
De vez en cuando voy hasta la cocina por un café y él no se mueve en lo más mínimo.
Si no lo oyera respirar, podría incluso pensar que ese alguien está muerto.
Pero lo oigo respirar.
Así, mientras él duerme avanzo en mis tareas.
Avanzo en mis deberes, más bien.
El ritmo que me impongo.
El absurdo, digamos.
El absurdo que me sostiene de la misma forma en que la tierra se sostiene sobre la nada.
De pequeño me preguntaba eso.
¿Por qué la Tierra no se cae?, me refiero.
Me decían que era por la atracción de otros cuerpos.
Por la atracción de otros cuerpos que también están sujetos a la nada, completaba.
¿Por qué no se vienen todos abajo?
¿No se caen porque no hay abajo?
¿Acaso eso no es más absurdo que hacer lo que siento mis deberes, mientras alguien duerme en mi habitación…?
Nadie responde, por supuesto.
Terminaré este último deber y dormiré cansado.
Y mientras duerma alguien estará despierto en mi habitación.
Su vida será breve, por supuesto, y no tendré acceso a ella.
Nadie podrá culparme de aquello.
Afeitarse frente a un cuadro en movimiento.
Afeitarse frente a un cuadro en movimiento.
Un cuadro en que hay un hombre que también se afeita.
Un programa de tv, digamos, en que aparece siempre el mismo tipo.
Y cuyo capítulo cumbre fue un episodio donde se hizo un corte.
Diez temporadas, veinte temporadas, treinta o cuarenta…
Renovándose siempre en honor a ese único espectador.
¿No habrá un momento de duda?
¿No será, sano, me refiero, que exista un momento de duda?
Un mirar directamente a cámara y cambiar un poco el guion.
Una trama oculta, digamos que se incluya poco a poco en la pantalla.
Lo pregunto sin ánimo de ofender, o de atacar, por si acaso.
Ni siquiera he dicho que la serie es mala.
Me refiero a que no la estoy calificando con medida estrella.
Ni tampoco he propuesto su cancelación.
Solo digo que hay que darle una vuelta.
Una o dos, tal vez.
Hacerse consciente de la trama.
Del contenido de la emisión.
O del género al menos.
¿Ciencia ficción o épica?
¿Comedia o drama…?
Haga usted, si quiere, la reseña.
Escriba el guion.
Hágase cargo, poco a poco, del contenido de los capítulos.
Un vuelco de trama.
Algo de suspenso.
Esas cosas nunca están de más.
No para subir el rating, por supuesto.
Eso no variará, al fin y al cabo.
El objetivo es otro.
Es otro, decía… y es suyo.
lunes, 19 de octubre de 2020
Ulises.
I.
Los que son Ulises.
O los que lo fueron.
O los que siendo Ulises no lo saben.
O los que siéndolo nunca lo supieron.
Todos regresaron, sin saberlo, a un lugar equivocado.
No porque el lugar, digamos, no fuese el que buscaban.
Sino porque el saber, al regresar, funciona más bien de forma extraña.
Me refiero, a que buscaron el sitio en el recuerdo.
En el recuerdo de un lugar de antaño.
El hogar, digamos.
Un hogar al cual volver.
Un hogar que ya no existe.
II.
Los que son Ulises.
O los que lo fueron.
O los que siendo Ulises no lo saben.
O los que siéndolo nunca lo supieron.
Todos ellos, trazaron un mapa sobre el agua.
Olvidaron el frente.
Creyeron ser parte de un ciclo.
Nobles propósitos, pensaron.
Recordar es volver a traer al corazón, se dijeron.
Pero ocultaron la verdad incluso, de su propia vista.
Y las palabras fueron miel, sobre una herida.
III.
Los que son Ulises.
O los que lo fueron.
O los que siendo Ulises no lo saben.
O los que siéndolo nunca lo supieron.
Todos ellos viajaron en el fondo con un muerto a cuestas.
Cargaron con el peso de volver.
Subieron la cumbre ya pensándola en bajar.
Amaron incluso, de la forma equivocada.
¿Por qué?
¿De verdad alguien pregunta por qué…?
Pues porque no supieron, tal vez.
Y porque Ulises era el modelo equivocado.
domingo, 18 de octubre de 2020
Te dijeron qué hacer.
I.
Te dijeron qué hacer.
Y pensaste que era eso lo que querías hacer.
Luego lo hiciste.
Por años lo hiciste.
Ahora no le des más vueltas.
Esa es toda la historia.
II.
No te juzgo.
Tampoco me juzgo yo mismo.
Son los hechos lo que llenan la habitación.
Los adjetivos se pierden, se vuelven pegajosos.
Se secan, con el tiempo.
Son los verbos, finalmente, los que hacen bulto.
Los que no dejan lugar, para ti mismo.
III.
Puedes deshacer el camino, solo hasta cierto punto.
A lo sumo un par de pasos.
Más atrás todo es incierto.
Oscuro.
Donde piensas que hay camino ahora hay, tal vez, un barranco.
O todo es plano, pero la naturaleza borró el camino.
O nunca hubo camino.
Y todo ha sido siempre un paisaje.
IV.
Puedes subir, si quieres, esa cumbre.
Subir y clavar en ella, tu bandera.
Pero ya hay cientos de banderas, en esa cumbre.
Y no son muy distintas, unas de otras.
Todo es indistinto en esa cumbre.
Falta oxígeno, tal vez, allá arriba.
V.
Al final todo se reduce a lo mismo.
Te dieron qué hacer y pensaste que debías.
No esperes eso de mí.
Yo no dirijo acción alguna.
Me limito a cruzarme en el camino.
sábado, 17 de octubre de 2020
Quería batir el récord.
viernes, 16 de octubre de 2020
Un nombre, pero no una firma.
Tenía un nombre, pero no firma.
Ponga una mosca, le decían, una simple mosca ahí abajo.
Pero no solo no ponía ahí mosca alguna.
Hasta el nombre era algo que se negaba a escribir por sí mismo.
Un nombre no debe ser dicho ni escrito por su propio dueño, decía.
Tu nombre es para los otros, nada más.
Quien no lo conozca por tus actos no sabe nada de ti.
Y no te busca a ti realmente.
Cundo lo decía me pareció que estaba dando lecciones.
Nadie las seguía, por supuesto, pero eso es lo que suele ocurrir con las lecciones.
El resto del tiempo era, de cierta forma, como todos.
Me refiero a que todo aquel que lo viera andar, no sabía realmente nada suyo.
Todo normal hasta que alguien pretendía nombrarlo y no podía.
Y la pregunta iba de uno en otro y entonces descubrían que no sabían cómo nombrarlo.
Y entonces comenzaba el rumor, las historias…
El testimonio de aquellos que lo vieron negarse a firmar o a escribir su nombre.
En mi caso, conocí su nombre y pude llamarlo, aunque no lo hice.
Por eso afirmo que tenía un nombre, pero no una firma.
Y ustedes, no tendrán acceso a él, al menos por mi boca.
jueves, 15 de octubre de 2020
Un pequeño monstruo.
miércoles, 14 de octubre de 2020
Cubrir con tela algunas cosas.
Cubrías con telas algunas cosas.
A veces también con plásticos.
Ya sabes… cuando te ibas por un tiempo.
Tenías las cosas claras.
Podías enumerar, incluso, tus razones.
Para que no se llenen de polvo.
Para que no pierdan valor y estén intactas.
Para que no reciban, en resumen, daño alguno.
Incluso apagabas el reloj, antes de alejarte.
Como si de esa forma pudieses protegerlas del tiempo.
Luego repasabas otras cosas.
Las ventanas cerradas.
Las cortinas.
Pegabas incluso papeles en los vidrios, antes de marcharte.
Todo con tal que la luz tampoco ingrese.
Supongo que era, en el fondo, una cuestión de principios.
Que nada toque las cosas.
Que nada las envejezca.
Que al regresar retornes al ahora de este sitio.
Al ahora de este sitio, pero después.
Ahora, mientras regresas piensas que eso mismo hacen con los cadáveres.
En las películas al menos, cuando muestran cuerpos bien sellados.
Guardados incluso en congeladores para retrasar la descomposición.
Por un momento imaginas que, al llegar, descubrirás que estabas tú, junto a las cosas.
Bajo una de esas telas… de esos plásticos.
Como un faraón que ingresa a su propia pirámide y observa su sarcófago.
Sonríes ante esa idea.
La sacudes, digamos, para que caiga de ti, mientras abres la puerta.
Dejas que entre la luz y observas el lugar.
Todo está como lo dejaste.
No sabes si eso bueno.
martes, 13 de octubre de 2020
Un pequeño hombre sobre el muro.
lunes, 12 de octubre de 2020
El hijo de M. quiere ser zombi.
domingo, 11 de octubre de 2020
En Alaska lo buscan hace años.
sábado, 10 de octubre de 2020
Xocolatl.
viernes, 9 de octubre de 2020
La bella indiferencia del mundo.
¿Cómo enojarse por eso?
Puedes estar o no estar.
Alegrarte o sufrir.
Respirar o dejar de respirar.
Nada le afecta en lo más mínimo.
Todo es libertad cuando lo piensas de esa forma.
No le importas, pero eso es bueno.
Ni el universo ni el mundo son tus padres.
No llorarán tu partida.
No festejaron tu llegada.
Tú le eres, repito, indiferente.
Bella indiferencia.
El amor verdadero debiese ser la indiferencia.
La forma que toma el amor verdadero, me refiero.
No requerir nada del otro.
Libertad plena que nunca descubriste.
La montaña no era un desafío.
La tormenta no te castiga.
Las flores no brotaban, de colores, para tu goce estético.
Siempre le has sido indiferente.
Agradece esa indiferencia.
Ni el árbol ni las piedras conocen tu nombre.
Las estrellas no te observan.
El universo no vendrá alguna vez a pedirte cuentas.
Tu dolor no lo daña.
Tu alegría no lo engrandece.
Siempre fuiste indiferente para el mundo.
Incluso el mundo es, sin duda, indiferente para el universo.
El sol brilla y después se apaga.
Las galaxias desaparecen.
Todos éramos libres y no lo supimos.
Los corazones son solo piedras que palpitan.
La bella indiferencia del mundo.
¿Cómo enojarse por eso?
jueves, 8 de octubre de 2020
Hce años que no ves un nido.
Hace años que no ves un nido.
Hay menos árboles, es cierto, pero con mayor razón debieses encontrarlos, si los buscas.
Pájaros, además, siguen habiendo.
Los escuchas a diario, digamos.
Por lo mismo, la pregunta que te haces es válida.
Pueden cuestionar la importancia que tenga, pero sin duda es un cuestionamiento lógico.
La primera vez que lo notaste, pensaste que era culpa tuya.
Que habías dejado de mirar, y que ahora había otras cosas importantes.
Sonaba bien, pero comprobaste que no era cierto.
Buscaste y no encontraste, en realidad.
Seguiste pájaros, incluso, con la vista, para ver donde se dirigían.
Sin resolver nada, por supuesto.
Eso no es, ciertamente, culpa tuya.
Entonces investigaste.
Leíste el estudio de Wingarden en el que habla del canto remanente.
Todo eso sobre el sonido de pájaros que escuchaste, generalmente en tu infancia, y que sigues oyendo, aunque no estén.
Leíste estudios completos.
Había evidencia científica.
Una reacción inconsciente, digamos, que le ocurría a más del 80% de las personas.
Pero claro, acá el tema central no era el sonido, sino algo más concreto.
Dónde están los nidos.
Intuiste que ahora los hacían en las construcciones, tal vez.
En los aleros, por ejemplo.
Pero también buscaste y no encontraste.
Y la información disponible hablaba incluso de un mayor número de pájaros.
Y nada decía, sobre los nidos.
Lo conversaste entonces con algunos más, pero nadie pareció interesarse.
Una impresión tuya, fue lo más largo que dijeron.
Luego dejaste de hablar.
Sigues mirando, por supuesto, pro no has vuelto a hablar del tema.
Deben estar en algún sitio, te dices.
Alguien sabe algo que yo no sé.
miércoles, 7 de octubre de 2020
Al final de la entrevista.
Al finalizar la entrevista nos llevaron a una especie de gimnasio y nos pidieron armar un mueble.
Uno cada uno, de esos importados que vienen embalados y que hay que armar con las piezas incluidas.
Según nos dijeron, en el trabajo se podía conseguir bonos armando de esos muebles.
Luego del horario, como un ingreso extra.
Dependía de la voluntad del cliente, en todo caso.
Si el cliente lo quería armado pagaba una cifra a la tienda y luego la tienda nos pasada el 30% de esa cifra a nosotros, por hacer todo el trabajo.
No era justo, por supuesto, pero nada era justo así que lo consideramos bien.
Entonces nos asignaron una zona a cada uno y nos entregaron las cajas con las piezas.
Éramos 12, recuerdo, los que estábamos ahí, y a todos nos tocó un mueble distinto.
Nos dijeron que evaluarían lo correcto del armado y el tiempo empleado.
Eso último me pareció absurdo porque no nos pagaban por tiempo, y lo señalé.
Como única respuesta me entregaron el mueble más grande para armar.
Era una especia de closet de tres cuerpos con varios cajones.
Recuerdo que, a una chica, le tocó apenas un velador, pero no alegué.
Me concentré en hacer el mueble, únicamente, y me esmeré en hacerlo de buena forma.
Aún así me demoré bastante en terminar.
Terminé casi de los últimos, pero mi mueble era el más grande y complejo y había quedado impecable.
Entonces pasó un revisor, anotando cosas en una libreta.
Miraba cada mueble y anotaba algo, que no se me ocurrió qué podía ser.
Luego nos dirigió unas palabras de cortesía y dijo que nos fuéramos, agregando que nos llamarían dentro de diez días para dar los resultados.
Fue entonces que creí darme cuenta que estábamos siendo engañados y me acerqué nuevamente al mueble que había armado.
-¿Qué está haciendo? -me preguntaron.
-Voy a desarmar el mueble -les dije-. Ya vieron que lo sé armar, ahora voy a desarmarlo.
-No es necesario -insistieron.
-No se preocupe -dije yo-, tengo tiempo.
-Quise decir que está prohibido -dijo uno de los tipos, alzando la voz, lo que hizo que los otros se devolvieran a mirar qué ocurría.
-¿Necesitaban armarlos? -les pregunté-. ¿Se trataba de que trabajáramos gratis?
Ellos se quedaron en silencio.
Mientras desatornillaba una de las bisagras un tipo me agarró de un brazo y me torció la muñeca.
Luego me sacó del lugar.
Nadie más hizo nada, por supuesto.
Forcejee un poco con el guardia, pero solo lo suficiente para parecer digno.
-Todos están locos por acá -me dijo el guardia, tras dejarme en la calle, aunque no entendí a qué se refería.
-Ningún hombre está cuerdo totalmente -le dije yo, para equiparar las cosas.
Luego caminé hasta mi hogar.
martes, 6 de octubre de 2020
Así.
Como una masa que grita.
Como una anomalía.
Como un niño sedado en un avión.
Como un muñeco de nieve sobre un auto.
Como el hambre cuando tienes doce años.
Como una enciclopedia leída por completo.
Como una alarma sonando en una casa vacía.
Como el saludo con alguien que no recuerdas.
Como un grillo en una caja.
Como sombras derramadas por la luz.
Como una barba dispareja.
Como cosas escondidas bajo el sillón.
Como un lunar benigno.
Como una foto sin luz.
Como un pulpo con tres corazones.
Como un actor en paro.
Como un semáforo de tres tiempos.
Como una extracción de muelas.
Como Dostoievski en ediciones de bolsillo.
Como una herida que olvidaste.
Como el vino en caja.
Como una venta de garaje.
Como el daño.
Como un ex hijo único.
Como alguien que olvida su nombre.
Como Plutón.
Como alguien que pregunta por la dirección equivocada.
Como las obras de Hamsun.
Como una cicatriz que renace con el frío.
Como la comida recalentada.
Como un hombre extraviado entre sus cosas.
Como Houdini recibiendo un golpe antes de tiempo.
Como bichos viviendo bajo las piedras.
Como algo que dices, sin nombrarlo.
Como una mentira piadosa.
Como el dolor que no existe.
Como un final.
lunes, 5 de octubre de 2020
Volver al auto viejo.
Chocó el auto nuevo así que se llevó el viejo.
Se había subido a la acera, y se estrelló luego contra un árbol.
Iba a poca velocidad, por cierto, por lo que no tuvo lesiones graves.
Y el auto nuevo regresaría, después de todo, en poco más de tres semanas.
Solo se trataba de tomar el auto viejo y manejar hasta el trabajo.
Veinte minutos, calculó, si no había congestión.
Dar algunas explicaciones, contarlo de una forma amena… eso era lo mejor, había pensado.
Entonces abrió el auto viejo y descubrió que tenía olor a viejo.
No un mal olor, solo olor a cosas que ya habían pasado.
Abrió las ventanas y se dispuso a manejar hasta el trabajo.
Lo único que le preocupaba era que no se le impregnara el olor del auto viejo.
Se sintió como en una máquina del tiempo.
Había sustituido a su yo de hace un año y la reemplazaría en el trabajo.
Probablemente nadie se iba a dar cuenta.
Pensó en las diferencias que podía evidenciar y finalmente determinó que todo se centraba en el auto.
Y claro, probablemente, en el olor del auto.
Mientras estacionaba pensó en esto, y se sintió triste.
No acostumbraba sentirse así.
Cerró la puerta y pensó en contar que chocó por esquivar a un perro, o algo así.
Para evitar arrollar a un ser vivo.
Por evitar dar muerte a un ser vivo había chocado el auto.
Nada más debía pensarse, ni ser dicho.
domingo, 4 de octubre de 2020
Salió a pasear el perro y volvió sin el perro.
viernes, 2 de octubre de 2020
Lo que dicen de ese pueblo.
Dicen que en ese pueblo
los gatos se han vuelto indiferentes,
duermen o caminan sin rumbo
mientras las ratas se cruzan con ellos
sin provocar en los felinos
reacción de ningún tipo
ni animosidad
ni instinto alguno.
Los perros de ese pueblo, por cierto,
tampoco lo hacen mejor,
ya no menean las colas,
tampoco persiguen a los gatos
ni se escuchan en el pueblo
sus carreras y ladridos.
Por esto, en gran medida,
más de la mitad del lugar
está cubierto
por animales echados sobre el piso,
que apenas se mueven unos pasos
si es que alguien los apremia.
Animales cada vez más flacos, ciertamente,
famélicos algunos
con los huesos asomándose
desde debajo de la carne.,
y ojos lechosos que no demuestran interés
de fijar la vista en ningún sitio.
Y es que todos, de alguna forma,
sufren de hambre en ese pueblo,
aunque parezcan no saberlo
y no importarles ese asunto;
o tal vez confunden ese sufrir,
sencillamente,
con cualquier otro dolor
y no perciben diferencias.
Ratas, en resumen,
gatos y perros cuyo hedor
comienza poco a poco
a apoderarse del lugar…
ese es el panorama.
O eso es, al menos,
lo que me dicen que ocurre
en ese pueblo.
¿Y los hombres? les pregunto,
cuando detienen su relato,
¿qué sucede con los hombres?
Ellos se miran y luego me hablan al unísono:
¿los hombres…?
mejor no hablemos de los hombres.
Eso es lo que me dicen.
Regular hombre mediano (canción). *Traducción libre.
Ni tan pequeño como para ser jockey
ni tan alto como para dedicarme al básquetbol,
me quedé sin pistas claras sobre mi futuro
sin indicios, digamos, que me permitieran resolver
a qué dedicar mi vida en este mundo.
Ni tan bello como para ser modelo
ni tan feo como para resultar una atracción,
me pegunté mil días frente al espejo
qué utilidad tenía ese rostro
para qué servía el diseño común
y cuál era mi sitio, en este mundo.
Oh, regular hombre mediano…
tú no buscas, solo encuentras
te tropiezas y al caer
piensas que eso es el dolor.
Oh, regular hombre mediano
tú no encuentras, solo chocas
con seres extraviados
que se inventan el amor.
Ni tan rico como para vivir de mis rentas
ni tan pobre como para morir de inanición
decidí mantenerme en esa línea
sin preocuparme en lo absoluto
por el principio de equilibrio de las cosas.
Ni tan desarrollado como para ser actor porno
ni con el talento para ser simplemente actor
busqué de vez en cuando un guion interesante
fácil de seguir, sin mucho parlamento
pero lo cierto es que nunca supe actuar
ni siquiera de mí mismo.
Oh, regular hombre mediano…
tú no buscas, solo encuentras
te tropiezas y al caer
piensas que eso es el dolor.
Oh, regular hombre mediano
indiferente como el mundo
tal vez debas preguntarte
si naciste, para la revolución.
jueves, 1 de octubre de 2020
Los que aman a Van Gogh.
Los que aman a Van Gogh.
Los que aman tardíamente a Van Gogh.
Los que dicen que aman a Van Gogh.
Los que no ven diferencias entre decir que aman y amar a Van Gogh.
Los que aman la obra de Van Gogh.
Los que aman a Van Gogh como extensión del amor a sus obras.
Los que aman las obras de Van Gogh como extensión del amor a Van Gogh.
Los que aman de forma extensiva creyendo que es cuestión de contacto.
Los que aman los girasoles como extensión a la obra de Van Gogh.
Los que aman el amarillo, la noche y hasta a los cuervos por amor a Van Gogh.
Los que aman a Van Gogh dejando de amar lo cercano.
Los que aman a Van Gogh porque entrega parte de una oreja.
Lo que aman a Van Gogh sin percatarse de los trozos de orejas que reciben.
Los que aman a Van Gogh sin ver en esto mis trozos de oreja.
Los que me amarán así, tardíamente.
Los que dirán alguna vez que me amaban.
Los que dirán que amaban mi obra.
Los que dicen que aman a Van Gogh sin observar al prójimo.
Los que amarán tardíamente al mundo.
Los que dirán alguna vez que yo era un genio.