Estoy en medio de la multitud cuando de pronto
siento un impacto en una rodilla. Una especie de pinchazo, más bien, que me
obliga a una detención y a revisar qué es lo que ha sucedido. Es entonces
cuando observo y descubro una flecha clavada en una de mis rodillas. Un hecho
un poco absurdo, ciertamente, pues no logro comprender cómo ha logrado esa flecha
clavarse ahí, pasando en medio de la multitud, sin que nadie lo notara. Entonces,
trato de separarme de los otros para buscar una solución y tratar de retirar la
flecha. Tras unos minutos, logro alejarme unos pasos y tener un poco más de
espacio. Entonces, sin pensarlo demasiado, tomo la flecha y la voy tirando de a
poco, para notar qué tan incrustada se encuentra. Extrañamente, si bien noto
que está atascada, no percibo dolor alguno cuando la muevo, por lo que me
decido a arrancarla de golpe, sin más, y enfocarme luego en atender mi herida.
Tomo la flecha con mis dos manos, respiro hondo y cuento hasta tres para
intentar socarla con la mayor de las fuerzas. Lo hago. Y cuando lo hago escucho
un grito. No sé de dónde vino, pero escucho un grito. En cuanto a la flecha, no
he logrado sacarla de buena forma y se ha quebrado, dejando la punta atascada
en la rodilla. Intento observar mejor, pero vuelvo entonces a encontrarme entre
la multitud. Y claro, me dejo llevar un poco, al interior de ella. Tal vez deba
dejar de preocuparme, me digo. Y es que, si no duele, puede que sea algo que
no revista mayor gravedad, después de todo. Sigo entre la multitud, mientras
pienso esto. Y avanzamos. Luego ya veremos, qué es lo que ocurre.
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