Iba a decirlo en ese instante, pero se le trabó la
lengua. En el momento menos oportuno le ocurrió. Lo vimos hacer gestos y le
oímos realizar ruidos, nervioso. Entonces nos reímos un instante, bromeando con
lo que ocurría… y esperamos. Él se desesperó un poco más. Le acercamos un vaso
con agua y él bebió unos sorbos. No sé bien por qué, pero también me puse
nervioso. Tal vez porque sabía lo que él iba a decir, aunque ahora ya no pudiese
decirlo. No era algo de importancia, en todo caso. Habíamos hablado antes de
entrar en la reunión y él me comentó su punto de vista. Yo también le había
comentado el mío, por supuesto. Ahora estábamos en medio de la reunión y todo
era un poco tenso. Extraño. Pasaban los segundos sin que nadie retomara la
conversación, mientras lo observábamos. Lo vimos entonces terminar de beber y
ponerse de pie… carraspear un poco. No podía articular palabra alguna.
Decidimos por lo mismo hacer una pausa. Sin decirlo, lo decidimos. Nos miramos,
hicimos unos gestos y asentimos. Yo me serví un café y me acerqué a una
ventana. Estábamos en la parte más alta de la torre. Nadie hablaba y a lo lejos
sonaba una canción que no reconocía. Miré por la ventana. Abajo, en la ciudad,
todo parecía seguir, como siempre. Terminé mi café y me dispuse a volver a mi sitio. Poco
después oí el primer grito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario