Lo único malo de la casa era que no cabían en ella
las cosas. Todo lo demás estaba bien. Estuvieron de acuerdo en eso así que se
sentaron a conversarlo. Después de todo, llevaban meses buscando un lugar y el
tiempo apremiaba. Solo había que deshacerse de algunas cosas y el problema
estaba resuelto. Pensaron en dejar de lado algunos muebles. Libros, objetos y
artefactos que ya no usaban. También pensaron en regalar algunas plantas. Mandar
a hacer muebles de cocina más pequeños. Dejar solo un refrigerador. Deshacerse
de la centrífuga. Cambiar incluso sus camas por otras más pequeñas si era
necesario. Lo mismo con los muebles del living y el comedor. Tal vez dejar solo
un escritorio y compartirlo. Dejar el más pequeño, por supuesto. Fijar horarios
de uso para evitar problemas. Siguieron hablando y buscando soluciones por
varias horas. Luego organizaron sus conclusiones e hicieron listas. Sacaron
cuentas. Tomaron medidas esa misma noche y volvieron a hacer cálculos. Quedaban
igualmente un poco justos, con el espacio, pero ahora al menos parecía algo
posible. Sensato. Un par de semanas después, mientras se mudaban a aquel lugar,
se deshicieron incluso de más cosas. Un par de guitarras, zapatos en desuso,
una aspiradora que ya no sería necesaria y hasta una pequeña biblioteca que decidieron,
finalmente, no trasladar. Con eso era más que suficiente, después de todo. Tal
vez incluso les terminase quedando espacio para nuevas cosas, después de todo, aunque
eso habría que verlo, cuando estuviesen ya instalados. Pequeñas nuevas cosas,
pensaron, mientras llegaban al lugar. Y eso los alegró un poco.
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