Volvió a coser el botón pues se le había salido.
Los escuchó caer al piso y lo recogió, mientras estaba en el trabajo. Era solo un
botón de la camisa, pero como había engordado y esta le apretaba bastante, la
camisa se le abría y no producía, por supuesto, el mejor efecto. Fue una colega
quien le prestó hilo y una aguja y él se fue al baño a coser el botón. Primero
intentó hacerlo sin quitarse la camisa, pero acabó pinchándose y le fue
imposible. Por lo mismo, decidió sacársela y coserlo rápidamente, de forma más
holgada. Un par de compañeros entraron de paso al baño mientras él cosía, y lo
molestaron por su aspecto. Eran bromas comunes, por supuesto, de las que se decían
habitualmente en el lugar. Terminó entonces de coser y volvió a ponerse la
camisa. Había logrado pegar el botón un poco más a su izquierda, para que la
prenda quedase un poco menos tirante al momento de abrocharla. Mientras se
miraba al espejo fue abrochando los botones y se puso, finalmente, la corbata.
Metió la camisa en el pantalón y ensayó una sonrisa, para cuando lo molestaran
nuevamente. Por último, antes de salir, decidió sin razón alguna enterrares la
aguja en un dedo, clavándola muy hondo hasta que no pudo evitar que su mano se
retirase, como por voluntad propia. La sangre brotó de inmediato y él la
observó salir. Luego él mismo, salió de baño.
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