No sé cómo explicarlo. No comprendía bien las
cosas. A veces te contaba una serie de acciones inconexas y luego te pedía
alguna opinión. Un consejo. Por lo general, ni siquiera entendía de qué se
trataba así que no sabía nunca qué decirle. Además, no me sentía capacitado
para dar consejos. No creo en esas cosas. Ser honesto, tal vez, en lo que uno
hace. Aunque no sé muy bien qué es lo que eso significa. Me reclamaba entonces
porque yo nunca le decía nada. Nada concreto, por supuesto, pues algo le decía.
Lo peor es que pasado un tiempo volvías a encontrarlo y ahora parecía también
culparte por sus malas decisiones. Una vez llegó en moto. Yo pensé que quería
mostrarme su nuevo vehículo, pero lo noté molesto. Bajó y se dirigió directo
hacia donde yo estaba y comenzó de nuevo a lanzar informaciones inconexas, como
si fueran acusaciones. Por lo que entendí estaba molesto por haberse comprado
la moto. Sentía que había sido un error, al parecer. Yo intenté hacer un
resumen, pero no estaba seguro de haber comprendido bien: se compró una moto
porque quería una excusa para poder usar un casco, fue mi conclusión. Pensé en
preguntarle si era correcta, pero en vez de decirle algo le lancé un golpe. Un
golpe y luego varios, digamos, pues intentó defenderse y debí tomarme en serio
la disputa. Mientras peleábamos le robaron la moto. Dos tipos la subieron a una
camioneta. Entonces él se distrajo y yo aproveché de lanzarle el golpe
definitivo y quebrarle la nariz. Ese es mi consejo, le dije, mientras me iba.
No acostumbro actuar así, pero no comprendo qué paso. O no sé, más bien, cómo
explicarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario