En un principio no sabía bien para qué era, pero a
veces miraba con los binoculares al revés. No era solo que el mundo se empequeñecía,
sino que se alejaba, también, de quien miraba. Y es que mirar con ese método suponía
crear una distancia segura entre quien observa y el mundo. Además, de cierta
forma, verlo tan pequeño ayuda a que el mundo parezca insignificante, o que, al
menos, los problemas que contiene parezcan menores. Se va de casa tu padre, por
ejemplo. Todavía eres pequeño, pero comprendes. Ni siquiera es por el asunto
del dolor ni por los efectos que esto provoque en tu madre, pero le das vueltas
al asunto ese de tu padre desaparecido. Entonces tomas los binoculares y vas
hasta el cuarto pequeño del patio donde papá guardaba algunas herramientas y
metían en cajas las cosas en desuso. Y es que a veces él estaba ahí cuando
nadie sabía donde estaba. Entonces tomas los binoculares, abres la puerta de
ese cuarto, y miras dentro. Con los binoculares al revés, por supuesto. Y el
cuarto se empequeñece y el vacío incluso, dejado por tu padre, se empequeñece también
con ese vacío. Y te deja de paso en un lugar que, si bien es el mismo, se
siente un poco más seguro. Y ese poco es importante. Y se agradece. Por otro lado,
bien puedes seguir con los binoculares de esa forma y volver a mirar la casa.
Ver a tu madre hablando con alguien sobre la situación o usarlos en problemas
futuros -en dolores futuros, incluso-, para proteger del daño. No es el único
método, por supuesto, pero al menos funciona. Te aleja de todo, pero funciona.
Duelen las cosas, pero menos. Algunos dicen que vivir se trata de eso. De que
las cosas duelan menos, me refiero… ¿De qué podría tratarse, si no?
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