I.
-Tienen ojos y no ven… -dijo J.
-¡Yo sé… yo sé…! -gritó P.-. ¡Las agujas…!
-Tienen orejas y no oyen… -continuó J.
-¡Los jarrones…! -gritó P., orgulloso-. Estoy seguro
que está hablando de jarrones…
II.
El día del concurso hubo tormenta.
Podían verse rayos, a la distancia, como si fueran
parte del espectáculo.
El premio había sido guardado, para que no se
mojase con la lluvia.
Y los concursantes, cuando nadie los miraba, habían
hecho un pacto.
III.
Entre rayo y rayo los concursantes acordaron lo
siguiente:
Ganase quien ganase, al fin del día, repartirían lo
ganado.
Porcentajes iguales, especificaron, sea cual sea el
resultado.
Lamentablemente, para ellos, se filtró la noticia
del arreglo.
IV.
A segundos de comenzar el organizador se enteró del
plan.
Decidió entonces fingir que no sabía.
Mientras lanzaba las preguntas llegó a la solución.
Los haría concursar, esta vez, por algo indivisible.
V.
A pesar del arreglo el concurso resultó animado.
Llegaron empatados, a la ronda final, prácticamente
sin errores.
Entonces, cuando faltaba un solo desafío, el
organizador habló del premio.
Y nombró aquello indivisible, pero los concursantes
no entendieron.
VI.
-Tienen ojos y no ven… -dijo J., algo molesto.
-¡Yo sé… yo sé…! -gritó P.-. ¡Las agujas…!
-Tienen orejas y no oyen… -continuó J.
-¡Los jarrones…! -gritó P., orgulloso-. Estoy seguro
que está hablando de jarrones…
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