-¿No vienes?
-No. No voy.
-Nunca vienes. Ya ni sé para qué pregunto.
-Tal vez en otra oportunidad. Disculpa.
-No es cuestión de disculpar. Es solo que no entiendo.
-¿Qué es lo que no entiendes?
-Ya sabes… por qué te quedas… Nunca te entiendo.
-Entonces estamos igual: yo nunca voy y tú nunca entiendes.
-Pero podrías al menos explicar por qué no vas.
-Puedo si tú explicas por qué no entiendes.
-No lo digo bromeando.
-Lo sé. Yo tampoco… Además si no entiendes no creo que pueda
explicártelo…
-¿Y cómo podría explicar las razones de lo que no entiendo?
-Puedes intentar.
-Además si lo entendiera no tendría que preguntar.
-Son cosas distintas…
-…
-…
-¿No te aburres de no ir?
-No. Estoy bien con no ir.
-Pero, ¿te quedas para algo?
-Digamos que me quedo para no ir.
-¿Te molesta que pregunte tanto?
-No… es solo que creo que debiese ser al revés.
-¿Qué cosa?
-Las preguntas.
-¿A qué te refieres?
-A que yo debiese preguntarte.
-¿Y qué preguntarías?
-Te preguntaría si sabes para qué vas.
-¿Por qué voy?
-No por qué, si no para qué… con qué fin…
-¿Siempre tu problema es el fin?
-No realmente, pero pensé que querías entender…
-Quiero entender.
-Pues no puedes entender si no eres capaz de cuestionar algunas cosas.
-…
-¿No lo harás ahora por que se te hace tarde, cierto?
-Cierto. Pero podemos hablarlo otro día.
-Sí. Podemos.
-…
-…
-¿Seguro entonces que no vas?
-Seguro. No voy.
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