A través de un aviso llego a comprar una especie de
robot que supuestamente tiene una lógica perfecta.
Hoy terminé de armarlo tras una semana de seguir
instrucciones que me parecían poco precisas.
Entonces lo encendí y sin siquiera saludar le
pregunté de inmediato por el sentido de las acciones de la vida.
-Cualquier cosa que hacemos lo hacemos en el marco
de la vida –me dijo-. Vivimos incluso en el marco de la vida. No podría salir
de él para hablarte de un fenómeno que solo veo desde dentro.
-¿Y el lenguaje? –pregunté tras una pausa.
-Todo lo que comunicamos lo hacemos en el marco del
lenguaje –contestó-. Voluntaria o involuntariamente todo lo que hacemos
comunica y está dentro del marco del lenguaje. No podría con lenguaje hablarte
de un fenómeno ya que el propio lenguaje que utilizo estaría contenido dentro.
Es cuestión de marcos. No sé si entiendes.
-Entiendo, -le dije-. Pero, ¿de qué puedes hablar?
-Puedo hablar de todo –continuó-. Pero desde dentro
del todo. Por lo que mi hablar no sería nunca una respuesta sobre algo. Para
formular una respuesta hay que salirse de los marcos. Y yo no sé salirme de los
marcos.
-Pero lo que acabas de decir –comenté-, me gusté o
no, es una respuesta sobre algo.
-Estas son explicaciones –me interrumpió-, no
respuestas sobre cosas dadas.
-¿Y me dirás que toda explicación es incompleta,
supongo…? –seguí.
-Parcial –señaló-. Pero completa en su parcialidad.
-De acuerdo –dije.
No sé me ocurrió qué más preguntar.
El robot parpadeó un instante. Luego habló.
-¿Deseas saber algo más? –preguntó.
Yo lo pensé un momento antes de hablar.
-¿Sirves para hacer café? -consulté
-Si no me desarmas puedo aprender –me dijo,
adivinando mis intenciones.
Desde entonces no le he pedido ningún café, pero al
menos sé que puede servir para algo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario