Sinceramente
no lo entiendo, me dijo. Ayer
asaltaron a un vecino y lo torturaron para que dijese dónde tenía dinero
oculto. Es un vecino que abrió un negocio de importación de automóviles y al
parecer había llevado una gran suma de efectivo a la casa. Según dijeron en el
noticiario, lo golpearon varias veces, le fracturaron ambas piernas y le
arrancaron las uñas. Diecinueve uñas, dijo el periodista. Y es que al parecer
mi vecino confesó dónde estaba el dinero justo antes que le arrancaran la última
uña. Y claro, más allá de la violencia empleada, eso es lo que no entiendo. Me
refiero a que he intentado reconstruir la escena y no comprendo. Sé que no soy
muy empático, pero de verdad lo he intentado. Es decir: entran hombres a mi
casa y me exigen les diga dónde tengo cierto dinero; me niego; entonces me
golpean en numerosas ocasiones, me fracturan las piernas, me arrancan una a una
las uñas de manos y pies y entonces, recién entonces, justo cuando queda la
última uña yo confieso... Sinceramente no lo entiendo... ¿Es acaso un dolor
distinto perder la última de las uñas? ¿Por qué se esperar hasta ese entonces…?
Sinceramente no lo entiendo, repitió.
¿Hay acaso esperanza en esa última uña…? Sinceramente no lo entiendo…
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