I.
Yo apunto el ventilador a donde me da la gana, me
dijo. Entonces, de improviso, llamó a la enfermera y le informó que me iría en
dos minutos y que procurara dejarme fuera, pues quería descansar. Yo no quise
discutir, pero tampoco disimulé mi molestia. Por lo mismo, le pregunté a la
enfermera por el uso de ese tipo de ventilador en el cuarto y ella dijo que lo
retirarían enseguida, para mayor seguridad. Él entonces gritó y amenazó con
arrancarse los cables que tenía conectados si se llevaban el ventilador, pero
la enfermera lo ignoró completamente y salió del lugar. Yo aproveché de salir,
también, en ese instante.
II.
Ya afuera del cuarto, la enfermera me dijo que no
me preocupara por su comportamiento, y recalcó que era normal ese tipo de
actitud después de lo que había vivido. Además, comentó que a veces era mejor transar con
algunas cosas con los pacientes antes de provocar mayores dificultades. Yo
estaba de acuerdo con aquello, obviamente, pero el ventilador no me parecía una
cosa negociable así que insistí con el tema hasta que ella le pidió a un joven que
sacara el ventilador del cuarto. Segundos después regresaron los gritos. Y cayeron
cosas. Y me fui del lugar.
III.
En total él estuvo internado durante seis meses.
Dos antes del incidente del ventilador y cuatro posteriormente. Dejé de verlo
una semana antes de que lo dieran de alta, cuando supe que estaría bien. Yo era
el responsable de contarle sobre las muertes en el accidente, pero finalmente
no fue necesario. Después de todo, nunca preguntó por los otros así que debe
haberlo adivinado. Con el tiempo supe que dejó el trabajo y se fue a vivir al
norte, cerca de Iquique. Creo que cultiva aceitunas. Los que murieron están
enterrados en el mismo cementerio, aunque en lugares distantes. Creo que
esperaré todavía un par de años, antes de terminar con ese asunto.
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