I.
Yo quería que hablaran, pero no hablaron.
Esperé, pero no hablaron.
Me quedé así, frente a ellos, con la página en
blanco, pero no les importó lo más mínimo.
-No los puse ahí para esto –les dije.
Tampoco parecían escuchar.
II.
No sé por qué me ocurre esto cada vez más seguido.
De hecho, he estado pensando que tal vez se trate
de un complot.
Quieren que mienta.
Que ponga palabras en sus bocas.
Que sea yo quien mueva los hilos.
-No puedo hacer eso –les digo.
-Me he convertido de a poco en un árbol hueco.
III.
Les pido ayuda porque debo cumplir.
O más bien porque tengo miedo de no hacerlo.
Sé que comprenden, pero no quieren hablar.
Tal vez soy yo el que no comprendo.
IV.
Debiese enojarme, pero no puedo.
Debiese llorar, tal vez, pero no puedo.
Después de todo, su silencio es honesto, como el de
Dios.
Morirán así, silentes, y yo usaré la hoja en
blanco, como una mortaja.
V.
Mueren, finalmente.
De hecho, al no hablar, parece incluso que muriesen
antes.
-A todos nos falta algo –les digo entonces,
mientras los envuelvo.
-Si estamos aquí –reitero-, es porque a todos nos
falta algo.
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