Se lo quiso decir, pero no pudo. Lo citó a unas cuadras
del trabajo y esperó el momento. Días y días esperó el momento y finalmente dejó a las cosas
hablar por sí sola. La naturaleza incluso, hablando por sí sola. Pero claro…
olvidó que la naturaleza suele ser el más estricto de los jueces. El más
estricto y el más cruel, se dijo, como para convencerse. Lamentablemente, debió
reconocer después, el momento no llegó nunca. No supo explicar por qué, pero eso era sin
duda lo que había pasado. Alguien se apiadó,
nos dijo entonces, como entendiendo. Alguien se apagó poco a poco pues las
llamas no tuvieron, de pronto, más combustible para seguir vivas. Pero claro,
lo quiso decir de una forma más directa, pero no pudo. La naturaleza, incluso,
no solía ser lo suficientemente directa y terminaba disfrazando su propio
discurso. Y es que alguien debía hablar, pero no hablaba. Alguien debía
intentar explicar, pero todo parecía extrañamente inexplicable. El sonido del
reloj. Las sombras a partir del mediodía. Y claro… todos parecían evadir la
responsabilidad. Nadie quería ser el portavoz de la noticia. Si hasta la
naturaleza aguardaba agazapada tras la apariencia de las cosas. Y es que se lo quiso
decir, pero no pudo. Habría que esperar, en definitiva. En silencio esperar y luego
ya no habría necesidad de mensaje alguno. El fin tiene esas ventajas, digamos.
Esa única ventaja, se dijo. Nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario