No se pierden tenedores. No se extravían cucharas.
Pero de vez en cuando desaparece un cuchillo. Tampoco es que sea cualquier
cuchillo. Siempre desaparecen los filosos. Los más grandes. Los que podrían
hacer daño. Los para mantequilla en cambio están completos. Yo los enumero y
hasta he anotado cuántos hay, antes de irme a la cama. Aunque estas medidas no
sirven: desaparecen de igual forma. En la casa por cierto, no hay nadie más,
salvo mi hijo. Con él, decidimos entonces dejar cámaras. Y un cuchillo nuevo,
por supuesto, sobre una mesa. Por la
mañana no estaba el cuchillo y la grabación está extrañamente oscura durante un
par de horas. En la grabación se escucha un murmullo y algo que podría ser una
risa de mujer, muy bajito. Mi hijo asegura que son dos voces, pero yo no
percibo tan bien la grabación. También se ve una mancha oscura en un momento,
pero nada más. Cuando vuelve la imagen se ve la mesa sin el cuchillo, nada más.
No sé, por otro lado, por qué mi hijo no se asusta. A veces pienso que es el
quien juega una broma aunque también han desaparecido en periodos cuando no
está. Por otro lado, también está la posibilidad que él piense que son bromas
mías y me siga el juego. Van a aparecer
todos, me dijo ayer. Una mujer de
pelo largo y una niña van a dejártelos. Solo
están esperando el día más frío. Eso me dijo y se fue un par de días a
quedarse con su mamá. Hoy debiesen venir si eso es cierto. Yo creo que es
cierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario