Ella dice que habla con las plantas y yo le creo. A
veces pasa horas con ellas. Al principio creí que se trataba de una forma de
decir, pero de a poco observé que ella se lo tomaba más en serio de lo que
pensaba. Apaga radios y cualquier aparato que pueda emitir algún ruido. Luego
parece concentrarse mientras se acerca a ellas. Y es que emiten una voz muy bajita, me dice. Ha costado que me
hable de aquello, pero con el tiempo se atreve a contarme cosas. Por ejemplo,
me contó que anota en una libreta lo que las plantas le dicen. Yo pensé que
eran secretos importantes o cuestiones de gran trascendencia, pero ella me dijo
que eran frases cortitas, y que hasta podían parecer simples. Saludos; una observación
sobre el día; o hasta un chiste sobre pulgones, me dijo. Me gustaría compartir algunas
de esas frases acá, pero ella no me deja. O sea, no me lo prohíbe expresamente,
pero entiendo que es algo que me confía de forma reservada. Además, si soy
sincero, siento que es mejor de esa forma. Y es que escribirlos acá no es lo
mismo que te lo diga directamente una planta. Yo mismo, por ejemplo, cuando
escuché el chiste de los pulgones, lo encontré un poquito fome. Ella, en cambio,
parecía disfrutar de una alegría que solo puede producirse cuando una planta te
lo cuenta directamente. O eso me explicó ella, al menos. Lo único malo de esto,
sin embargo, es que uno se pone un poquito celoso. Y es que ya ni me animo a
hablarle pues siento mis palabras demasiado torpes en comparación con las que
deben de usar las plantas. Ella no sabe que siento esto, en todo caso. Supongo
que estaremos así un tiempo hasta que ella se decida por las plantas y yo
definitivamente por el silencio. Lo digo sin rencor e intentado diluir la
envidia, con afecto. Ella dice que habla con las plantas, y yo le creo.
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