Ella está regando y está molesta. Yo la observo
desde una ventana. No sé por qué está molesta. De todas formas se le nota en la
cara y en sus movimientos. Me refiero a que riega de forma brusca y tironea la
manguera. Y claro… eso es lo que hace hasta que la manguera se suelta y se
separa de la llave de agua. Manguera
culiá. Manguera conchetumadre. Eso dice ella. Apenas la escucho, pero su
expresión es clara y llego a percibir, desde la ventana, el rumor de sus
palabras. Intento no analizar. Me refiero a que Freud estaría excitado
analizando el caso, pero yo no tengo –aquí-, emoción alguna. Entonces la
observo agacharse. Intenta reubicar la manguera sin cerrar el agua y se salpica
de agua. Solo entonces cierra la llave. Tras hacerlo se queda un momento quieta
y luego comienza a poner la manguera, lentamente. Algo parece haber cambiado en
ella tras haberse mojado un poco. De hecho hasta pareciera que está llorando. Tensa
y todo, pero pareciera estar llorando. Entonces, vuelve a ponerse de pie y
comienza a regar de nuevo. No es un jardín bonito, aunque tiene muchos
maceteros. De esos grandes, con plantas muy crecidas. Algunos de esos son los
que riega ahora con una expresión extraña. Ya no sé si decir rabia, como en un
inicio. Los riega con tensión, tal vez sería más exacto. Quieta y tensa, aunque
acompañada por una lentitud que podría darle un falso aire de calma. Transcurren
un par de minutos. Mientras cambia de posición para regar en otro sitio, siento
que me mira de reojo. Creo que me ha visto, incluso. Tal vez por eso disimula
un poco. No sé su nombre ni ella el mío. Ella está regando y ni siquiera sé
ahora si está molesta. Yo sigo siempre en la ventana.
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