Era cierto. Estamos en el bar y ella habla
rítmicamente, pero sin pausa. Es como
mirar el mar, me dijeron. Ola tras
ola. Palabras tras palabras y es imposible saber qué dice. A mí me interesó
la descripción y me junté con ella. Tomamos algo. Tras un par de minutos ella
comienza a hablar, tal como me habían advertido. Aunque claro, no es como
hablar. Es más bien como una forma de vida. Como si las palabras fueran el
sonido de su respiración. Sus latidos. Extrañamente
resulta agradable, me dijeron. Puedes
relajarte y escuchar. Igual no recordarás nada. Nada salvo que miraste el
mar, pienso ahora. Nada salvo que estuviste con ella y la escuchaste, debieron
haber dicho. Y es que realmente así. No puedo ni siquiera concentrarme en su
cara. No como para describirla, me refiero. Resulta difícil de explicar, pero
es como si no fuera esa la cara de alguien. Es decir, eso realmente como el
mar. Detrás de las palabras, me refiero. Ahí no hay cara podría decirse. No hay
nada, más bien. Es el habla misma, tal vez. Sí… eso es. Nadie habla. Esas
palabras que recibes son como un volantín que alguien ha soltado. O sea, ella
está ahí, pero sujeta otra cosa. Otra cosa sin importancia. Sí… definitivamente
es como mirar el mar. Tenían razón. Ola tras ola. Es imposible saber qué dice. Si quieres que se vaya cierra los ojos,
me dijeron. Dale un tiempo y luego los
abres y ella no está. Es como todo en la vida, después de todo. Cierra los
ojos y déjala ir, debieron decir. Me refiero a que es bello cuando se acepta.
No intentes siquiera retener sus palabras. Así es más puro. Así resulta
verdadero. El mar no te pertenece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario