Lanzas desde la zona de triple. Te devuelves
incluso, para intentar la pequeña ventaja. El punto extra que no sabemos aún
qué significa. Eso es lo que haces. Ni siquiera da para una historia. Ocurre
simplemente que estás en la zona de triples. Y que hay una oportunidad. Y que
te arriesgas. No es que no hubiesen opciones. Siempre podías acercarte. Incluso
podías dar un pase. Tal vez la línea esa, en el piso, era a fin de cuentas el límite
último de algo… Todo eso lo intuiste. Lamentablemente, creíste que intuirlo era
lo mismo que entenderlo. Ese fue el error más importante. Lo mismo pasa
siempre, en todo caso, en distintos órdenes de cosas. Ahora se trata solo de un
triple, por lo menos. Y la línea en el piso, al parecer es solo eso. La comprensión
no cabe en este sitio. Tampoco cabe ningún pensamiento. Vuelves entonces a
reubicarte. Miras tus pies para asegurar la zona. Luego viene el impulso. El
movimiento. Y al final un pequeño momento que nunca confiesas, pero que existe,
y en el que siempre te preguntas para qué. Todos lo hacen, en todo caso. De
alguna forma todos lo hacen. El freno. La zona de triples. El proceso entero
del que hablaba, me refiero. De eso se trata, por supuesto. Y es que ni a ti ni
a mí nos importa el resultado final del lanzamiento, después de todo. Ambos
miramos hacia otro lado.
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