¿Ves ese lugar que está allá…? Sí, esa planicie, entre
esos grupos de árboles. Pues hace unos años aterrizó ahí un avión. Uno chico,
claro, con dos hombres. Creo que tenía problemas en el motor y decidió bajar de
emergencia. Al final, logró aterrizar aunque igual termino chocando con uno de
los árboles, pero no fue tan grave. El piloto se hizo un corte en la frente y
quedó con dolores en la espalda. El otro se golpeó la cabeza, pero ni siquiera
sangró. Ambos se quedaron en casa como tres días. La abuela los atendió y nos mandó
a que los dejáramos dormir en nuestros cuartos. Y claro… nosotros, esos días,
dormimos en el comedor, cerca de la estufa. Recuerdo que ellos se levantaban
tarde y nosotros teníamos que esperarlos para desayunar. No sé por qué me
acuerdo de eso. Debiera acordarme del enojo del tío Pedro y de cómo sacó la
escopeta y decidió llevarse al monte a esos dos hombres. En cambio, me acuerdo
de los desayunos y de la cantidad de azúcar que echaba cada uno de ellos, es su
café. Cuando cavamos, días después, yo recordaba las cucharadas de azúcar
mientras les echaba tierra encima, tal como lo hacía mi tío. ¿Ves ese lugar que
está allá…? Pues bien, ahí los enterramos. Luego mi tío fue desarmando el avión
y lo vendió como chatarra. Nunca nos
descubrieron. La abuela lloró esa vez, como si los hubiera conocido.
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