Perdiste todo el día pensando sobre el problema de
lo auténtico. Te lo habían encargado para un artículo y además habías leído
unas cuantas cosas al respecto. Lamentablemente, terminaste por no escribir aquel
texto (apenas avanzaste un par de frases) y fue así como perdiste todo el día
pensando sobre el problema de lo auténtico. Lo malo es que no se trata de un
hecho aislado. Me refiero a que te pasa de vez en cuando, eso de perder el día.
Casi siempre, si eres sincero, lo pierdes pensando o estando inmóvil, frente a una pantalla. Y
es que no te convence eso de hablar temas específicos ni recurrir a teorías. No
logras interesarte en ello. Pero claro, ya sabías eso antes de entusiasmarte un
poco por el problema ese de lo auténtico. Me refiero a que sonaba interesante,
al menos. Parecía incluso algo que podías alejar lo suficientemente de la
teoría como para sentirte cómodo. Pero claro, no fue así. Finalmente la página
en blanco pudo más y preferiste pensar que fue opción. Que elegiste no hacerlo,
me refiero. Pero claro… tú sabes, en el fondo, que eso no es cierto. Tú sabes
que esa es otra forma de, justamente, intentar autentificar ese recelo. Otra
forma de afirmar una conducta y transformar la consecuencia en causa. Y es que
acá existe un único hecho: perdiste todo el día. Y claro, eso es también lo único auténtico. Me refiero que al perderlo lo falseaste, inmediatamente. Lo ensuciaste. Le quitaste el valor,
incluso, de cierta forma. Así, no importa de qué forma se diga. Perdiste todo el día, simplemente. No hay más.
Tal vez no fue perdido.
ResponderEliminar=)