No saben ustedes lo que es ver cada día un enorme y
triste Chrysler. Pasa siempre bajo el edificio, un poco entorpecido por los
otros autos. Estoy seguro que baja triste. Enorme y demasiado serio, entre los
otros autos. Si hasta parece ir pidiendo permiso, agachándose entre los otros. No
mete ni ruido el Chrysler. Tal vez hasta siente vergüenza. A veces, entre
vecinos, sale a comentario el Chrysler. Fue así que me di cuenta que los
adjetivos del título, eran los más reiterados. El enorme y triste Chrysler,
quedó entonces. Nada de veloz. Nada de grandioso. Nada de elegante. Enorme y
triste, nada más. Y es que así es sin duda aquel Chrysler. Estuvimos todos de
acuerdo en ello. No acordamos, sin embargo, algunos otros puntos. Por ejemplo,
no estamos seguros sobre quien lo conduce. A veces decimos que lo hace un
viejo, otras, aseguramos que lo hace una mujer joven, pero con rostro
compungido. Así, resulta que las versiones van cambiando y nadie, finalmente,
se atreve a confirmar una de esas posibilidades. De esta forma, entre
conversaciones, trabajo y cerveza, se nos va pasando el tiempo. El Chrysler, en
tanto, sigue igual, como nosotros. Y es que es cierto: todos envejecemos. Y
hasta todos somos tristes, de cierta forma. Pero mira: ahí va el Chrysler, otra
vez. ¿No es enorme y triste ese Chrysler? ¿No es un poco como la vida, o como
todos nosotros...? ¿No es enorme y triste, ese Chrysler?
No hay comentarios:
Publicar un comentario